– Bardita, lo que pasa es que el miedo es una herramienta muy práctica-. Estamos en la cocina y mi perrita espera paciente su comida y mis explicaciones. Esta mañana, durante nuestro paseo matutino, hemos encontrado a unos amigos. Mientras Barda y Curro se olían los culos, el dueño de Curro y yo, dos indignados de los pies a la cabeza, hemos comentado la última vuelta de tuerca de la mafia que nos gobierna: la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Nuestras manos se han alzado hacia el cielo y nuestras bocas se han abierto y cerrado a velocidades increíbles, para concluir lo mismo de siempre: nuestro deseo de que un mal rayo le parta al PP, y que la luz se haga entre sus votantes para que no vuelvan a poner en manos del diablo el gobierno de esta variopinta nación. Al terminar, Bardita y Curro esperaban sentados mirándonos con lástima. Nada más llegar a casa, Barda ha pedido su ración de conocimiento mientras le preparo una ración más interesante para ella: la de su pescadito con arroz. Al tiempo que voy llenando el comedero, trato de saciar su curiosidad: – Mira, Bardita, esta ley consiste en robarnos el derecho a expresarnos en la calle, meterle el canguelo a la gente en el cuerpo y en penalizar económicamente lo que es natural en el ser humano: cuando le dan por el culo, protestar. Se trata de meternos miedo: si sales a manifestarte te castigo, te multo, te pego una paliza y ni se te ocurra grabarlo porque puedes ir a la cárcel. Los gobiernos y los poderes económicos, cada vez es más palpable que se acuestan juntos y saben bien cómo jugar a eso. El miedo se ha utilizado desde siempre para controlar al ciudadano. Las religiones son maestras en el asunto, sus gurús amenazan con el infierno para que los clientes estén calladitos, sean sumisos y sólo ellos, los auto proclamados guías espirituales puedan darse la buena vida. El adepto ya disfrutará en el paraíso. Eso, si es bueno y paga los correspondientes diezmos-. Me detengo un momento porque veo que mi perra quiere preguntar algo. –Pero ¿los curas católicos también hacen eso? – levanta la gaita vigilando mis movimientos con su comedero – La iglesia católica es aun peor – respondo – porque habla de pobreza con anillos de oro en las manos y siempre ha estado pegada a las dictaduras fascistas. Como en España. Si Jesucristo levantara la cabeza… Bardita se relame mientras sigue interrogándome: –Y el Papa nuevo, ese tal Francisco, ¿no decías que era diferente? – Me agacho para darle su plato de comida y me apoyo en el fregadero para observar cómo disfruta. –Eso parece, pero no se yo si llegará a viejo… Mientras ella come, sigo dándole vueltas a esta nueva ley que tumba la libertad de expresión en la calle. El viento sopla con brío contra los derechos humanos, las libertades, la justicia y la decencia. Menos mal que hay gente muy luchadora que sigue dando guerra en los juzgados, en algunos medios y en las mareas.
En estos malos tiempos, la escritura es un bálsamo y un desahogo. Cuando me preguntan por qué escribo, según me pille doy la explicación larga o la corta. En las dos, las palabras pasión y necesidad son protagonistas. Lo que no digo es que seguramente elegí esta forma de expresión porque es la más independiente que conozco. No hay jefes, a nadie le tienes que dar explicaciones y puedes esconderte en tu rincón y jugar a lo que quieras. Tal vez también por mi carácter independiente me he alejado de tipos machistas. Por eso y por otras razones, claro. Además, siempre he admirado a las mujeres luchadoras, como Doris Lessing, recientemente fallecida. La muerte de los escritores me apena de forma especial. Al irse un escritor se pierde un contacto con partes del universo que tal vez ya no se vuelvan a explorar. El escritor tiene algo de medium, de canal abierto a mundos invisibles y al desaparecer, alguna de esas puertas se cierra para siempre. Con la muerte de Doris Lessing también ha ocurrido. Además de sus lectores, el feminismo llora.
Por desgracia la lucha por la igualdad está en constante peligro, no hay más que ver cómo crece el machismo entre la juventud. Aunque tampoco es de extrañar, con los modelos televisivos que tienen. Las jóvenes generaciones se nutren de series y películas estadounidenses, que otra cosa no serán, pero machistas lo son un rato. Las protagonistas de cierto tipo de cine, en especial el dirigido a los adolescentes, son una gritonas histéricas. Unas taradas que lo único que desean en su existencia es follar como locas y sobre todo, ante todo y sin ningún género de dudas, casarse. Sobre todo casarse. Como si el matrimonio fuera el fin último de la existencia femenina. La sociedad yanqui está bastante atrasada y a través de lo peor de su cine también en eso nos ha colonizado. Como si no tuviéramos ya bastante burrerío por aquí. Según un estudio publicado en la prensa, siete de cada diez adolescentes ha escuchado decir a algún adulto que “los celos son una expresión de amor”. Es triste que una chavala crea que su novio la adora por querer tenerla siempre controlada. Una pena que no comprendan que de eso al “la maté porque era mía” hay sólo unos pocos pasos. – Vamos– le digo a Bardita – me insinúa a mí uno de mis novietes cuando era jovenzuela que me quede en casa y no salga con quien a mí me de la gana y… A fecha de hoy todavía estaría preguntándose por qué no volvió a verme el pelo.
-¿Sabes lo que te digo?, que estás más maja de feminista que con tus cabreos políticos-. Dice mi perrita tumbándose. Se nota que está en paz consigo misma después de zamparse la cuarta parte de un pobre pez. Me agacho a acariciar su cabeza. –Ya sé que te gusta mi lado peleón y macarra-. Le digo. Seguramente se debe a que ella, que en casa es un angelito, en la calle es la más chula del barrio. Ya se sabe, dios los cría y ellos se juntan.
Que terminéis bien este ajetreado noviembre y nos vemos en las calles.