Hay días que uno querría guardar en una botella para beberlos sin prisa. Abrir el tapón de cuando en cuando para aspirar su olor y dejar que el cuerpo se empape con su fragancia. La presentación de un libro suele ser uno de ellos y desde luego la de mi última novela no tuvo desperdicio. “Hasta que regresemos a las estrellas” ha sido presentada en sociedad y ya anda buscando su camino hacia los lectores. Ahora hay que dedicarse a otra cosa. -Pues a mí no me presentes en sociedad, que yo no quiero irme de casa – dice Bardita desatendiendo durante un segundo sus quehaceres. Estamos en mi estudio, ella mordisquea con perseverancia un juguete canino tumbada a mis pies mientras yo escribo. -No te preocupes, peluche, tú ya tienes aquí a tus lectores no hace falta que salgas por ahí a buscarlos-. No hay respuesta, Barda está muy concentrada en deshilachar su juguete y yo me propongo arrancarle con el mismo ahínco las palabras a las nuevas historias que quieran ser contadas. Desde la presentación trato de regresar a mis rutinas literarias, terminar una obra es una buena ocasión para romper con el pasado, mirar hacia adelante y empezar nuevos proyectos.
Las otras rutinas, las del cabreo permanente con este país, no han dejado de funcionar en ningún momento. Cada vez lo veo más negro, estamos llegando a unos límites inaceptables. Me ha contado un conocido una experiencia reciente que no sé ni cómo calificar. Le llaman para hacer una entrevista de trabajo y le tienen seis horas cargando y descargando camiones y colocando productos en un almacén. Cuando termina la supuesta prueba, le largan a casa y le dicen que no hay trabajo para él. Les amenaza con denunciarles y para más inri le toman los datos para presentar una queja sobre él en la bolsa de empleo. Lo triste es que no es un cuento, es verdad verdadera. Ya lo que nos faltaba, los empresarios explotando a los parados para resolver sus picos de trabajo. Y ojalá fuera sólo eso. Menudas semanas gloriosas llevamos… Ediles peperos en Toledo dejan plantados a padres de enfermos de cáncer que tratan de exponer sus necesidades, Cañete abre la bocaza y se le ven las tripas machistas, un ajuste de cuentas entre dos peperas se convierte por arte de birlibirloque en la excusa perfecta para desempolvar la Censura.
En los últimos tiempos este país da para escribir una novela de despropósitos a la semana. Si alguien hubiera sido abducido en España hace tres años y de pronto le trajeran de vuelta, se quedaría sin habla. Apuesto algo a que no tardaba ni una semana en tirarse en la calle a rezar para que se lo llevaran de nuevo. Aunque es fácil que los extraterrestres no tengan muchas ganas de acercarse. Tendrían que hacerlo retirando a brazadas los aviones que llevan toda la primavera fumigándonos. De todos modos, yo no pierdo la fe, y por si acaso, sigo haciéndoles señales de humo y lanzando mensajes telepáticos para que vengan y me lleven a otro punto del cosmos. Al menos hasta que recuperemos la dignidad. Aunque me temo que mi ausencia sería larga porque lo peor es que las próximas elecciones las volverán a ganar los mismos. Ganarán de nuevo los que nos están llevando a la miseria y a un modelo de sociedad al estilo yanqui, un modelo que tiene como máximos valores los monetarios y si tienes pasta tienes derecho a la vida, y si no, te jodes. Ya lo dijo la hija de Fabra: que se jodan.
-Siempre te estás quejando -dice Bardita poniéndose en pie y estirándose con ganas-. Con lo contenta que está la gente con tanta victoria futbolera-. -Pues tienes razón. Aunque entre tú y yo – le digo agachándome y hablando en voz baja, no me vayan a oír los vecinos- la verdad es que algunos se conforman con bien poco. Por desgracia, el partido de la justicia, los derechos sociales y la libertad lo estamos perdiendo. En fin, Bardita, como se suele decir: es lo que hay. De modo que habrá que esforzarse en poner el foco en lo bueno: las palabras que se van hilando para formar nuevas historias, una buena sesión de lectura, ese pescadito que te vas a comer y el aperitivo que nos espera en la terraza.
Os deseo feliz vida.