Estoy seca, literariamente hablando – le digo a Bardita que está junto a mí comiéndose una chuche- Debe ser por el calor – se sienta y me mira con cara de preocupación- o a ver si vas a estar enamorada-. Ya sabes -le digo- que yo me enamoro todos los años un par de veces, pero eso no le suele afectar a mi rendimiento literario, al contrario. Más bien creo que estoy viviendo un cambio de ciclo – al tiempo que pronuncio las palabras, me doy cuenta de que tal vez sea cierto – Mientras no sea un golpe de estado como lo de Egipto – dice Barda, que debe ser la perra mejor informada del planeta – ¡Qué problemón lo de Egipto, Bardita¡ – le contesto- Los golpes militares nunca traen nada bueno, aunque teniendo en cuenta los que gobernaban antes del golpe, no es de extrañar, menudos fanáticos. Qué tristeza – continúo- algunos machos no evolucionan, fíjate que para castigar a las mujeres que se manifiestan, las violan. ¡Manda narices! Qué lo sepas, peluche, las religiones son una trampa, todas machistas y como decía Marx, el opio del pueblo. Aquí también hay gente religiosa -arguye- Tienes razón – digo- Pero aquí puede más el opio del fútbol y de los cotilleos. En los asuntos religiosos, por suerte, estamos bastante más espabilados, ya tuvimos demasiadas hostias consagradas y sin consagrar durante la dictadura. Ya te contaré más sobre las religiones otro día, que hoy no tengo ganas. Siempre lo dejas todo para mañana – Barda se tumba, apoya la cabeza en el suelo decepcionada y continúa – Mira que si no hay mañana… También puede ser – la interrumpo – que haya dos mañanas, acuérdate de ese lío de la Física Cuántica que estamos aprendiendo. Imagínate que hubiera dos Bárcenas – masculla Bardita y le sonrío-. Ese sí que es un españolito espabilado – levanto el dedo índice imitando la peineta que nos regaló amablemente hace unos meses– este verano, con Bárcenas en la cárcel estaremos todos más tranquilos, salvo por algunas cosillas, claro… – se me escapa una carcajada, pero como veo que mi churri no capta la broma, no insisto – En fin – continúo – un caco menos en las calles, a ver lo que dura, porque mira Blesa entró y salió raudo y veloz, es lo que hace tener un buen padrino-. Me agacho para explicárselo a Bardita, que ha puesto cara de no entender lo del padrino. Ya sabes – aclaro – que Blesa compartía pupitre con Aznar. ¿El del bigote? – pregunta-. Sí, el mismo – afirmo-, ese del ego descomunal que por hacerse una foto y pasar a la historia nos metió en una guerra. Veo que mi perrita empieza a abrir la boca para interrogarme, pero no le doy la oportunidad. Es que tú no habías nacido, peluche, y no me líes, que como me caliente empiezo a hablar de los desahucios, de la sanidad que nos están robando, de este país de charanga y pandereta que está adormecido y que lo único que parece que sabemos hacer es crear plataformas, ya debe haber tantas, que si las pusiéramos todas en fila llegarían hasta la luna. Me agota pensar que estamos viviendo una era inútil y triste en la que no hago más que firmar y firmar y firmar y estoy de firmar apoyos hasta las mismísimas y me pregunto cuándo cuernos vamos a hacer algo que sirva de verdad… Me detengo. Veo que Bardita se ha sentado y en su mirada hay una cierta compasión. Mujer -dice-, cuando llegue el otoño, a lo mejor… A lo mejor – suspiro agachándome y le rasco detrás de las orejas.
Yo, a lo que venía era a desahogar mi pereza y falta de inspiración. ¿No dices siempre que escribiendo cada día te encuentran los duendes? – replica mi peluda- Pues suele ser así, – le doy la razón – pero este verano están vagos hasta ellos, o a lo mejor se han ido de bosques. De bares no creo. Acuérdate – interviene Bardita – que los lepruchinos de “La orilla de las quimeras” agarraban unas curdas de espanto. Tienes razón -digo-. Menos mal que en unos días nos vamos al norte, allí hay muchos bosques y ya veremos lo que encontramos. Mientras tanto me estrujaré el cerebro hasta que me chorreen las ideas por algún sitio. Habrá que leer a los de siempre, que fueron dejando la estela creativa que ilumina mi camino. Esta noche leeré algunos párrafos de Pedro Páramo. ¡Qué nombre más chulo! – exclama Bardita-, ¿no será del PP? Anda, duérmete un rato, que te voy a dar… Barda se coloca de medio lado y se dispone a echar una cabezada. Me asombra lo obediente que es cuando se trata de dormir. Según me levanto oigo que dice medio dormida: También podrías descansar un poco de tanto escribir, digo yo.
Descansar es morir, respondo casi sin pensar mientras voy hacia la cocina. Me pregunto por qué los que escribimos, los músicos o los pintores no podemos aparcar por mucho tiempo nuestra pasión. Tal vez la magia de la creatividad tenga algo de adictivo. Tal vez. Creo que me voy a tomar una cerveza fresquita y a falta de mar, me meteré en la bañera a meditar el asunto. Os dejo con una canción de Fleetwood Mac, un grupo que a mí siempre me ha hecho soñar. Felices calores.