¿Qué va a salir un qué? Barda gira la cabeza en una postura imposible, tratando de comprender. Un book trailer de mi última novela, Bardita, le repito. Estamos en la cocina. Yo canturreo mientras preparo una ensalada de pollo fresquita y veraniega. Suena Queen en la radio y trato de reprimirme para no rockanrolear demasiado, porque con el calor que hace puedo terminar la mañana en urgencias. Barda, que pasa estos días envuelta en un fluido onírico, ha venido a la cocina medio dormida siguiendo el olor del pollo. Sabe bien que cuando un pollo entra en esta casa, ella tendrá su ración. Mientras espera paciente su momento, le explico mis novedades literarias. Lo del book trailer la tiene un poco confundida. Sabiendo lo lista que es, estoy segura de que el desconcierto se debe al calor. Es que no sé por qué usáis esas palabras tan raras, dice cuando ya ha comprendido de lo que se trata. Tienes razón, a mí tampoco me gusta que usemos tantos anglicismos. Pero ya tengo tantas batallas que librar que resulta agotador. Deja que me relaje un poco para pasar el verano, le digo guiñándole un ojo. Mira, decido extenderme un poco en la explicación, las cosas funcionan así, ya sabes, aquí nos gusta más lo de fuera que lo propio, y al final, los anglicismos se acomodan en nuestras vidas con naturalidad. Dejo de mezclar los ingredientes de la ensalada y empiezo a cortar en trocitos un buen pedazo de pollo. Barda se relame. Hay muchos anglicismos que usamos todos los días, continúo, el coche se aparca en el garaje, la gente hace aerobic y en estas últimas semanas futboleras las veces que se habrá hablado de penaltis y de goles. Barda empieza a mirar hacia los lados, asustada. Al momento, me arrepiento de mis últimas palabras.
Lo del fútbol, Bardita lo lleva un poco mal. Para ella, el fútbol se traduce en petardos y alborotos incomprensibles. Cuando se oyen esos berridos en todo el barrio, le digo que no se preocupe, que sólo ha sido un gol. De modo que lo del gol para ella, es como el hombre del saco para los niños de mi generación. Cuando alguien habla de fútbol, la pobre esconde la cabeza y se tapa las orejitas con las patas delanteras. Da una pena… Está bastante claro que a Barda no le gusta el fútbol. Pero tengo que decir que a mí tampoco. Me parece un poco aburrido y no le termino de coger el punto. Otra cosa era cuando andaba Luis Figo por aquí. ¡Qué hombre, qué carácter, qué nariz! De cualquier forma, que conste que yo también me alegro de los triunfos de la Roja. Pero me temo que todo ello no me toca la fibra patriótica como a muchos. El otro día alguien me decía que se sentía orgulloso de ser español. Yo debo ser un poco rara. Pero mi orgullo patrio hoy por hoy brilla por su ausencia. Me sentiré orgullosa de ser española cuando la educación sea una prioridad nacional. Cuando nuestra juventud más cualificada no tenga que salir del país para labrarse un futuro. Cuando nuestros científicos no tengan que irse más allá de nuestras fronteras para investigar. Me sentiré orgullosa cuando el sufrimiento de unos inocentes animales deje de ser fiesta nacional. Cuando el estado proteja con el mismo entusiasmo a un trabajador que a un banquero. Y cuando la corrupción sea perseguida y condenada con el mismo brío con el que jaleamos un gol.
Tal vez espero demasiado. España es lo que es, en muchos aspectos le falta un hervor, y hay que tomarlo con calma. Menos mal que los Mineros, así, con mayúsculas, nos están dando una lección. Ellos sí despiertan en mí un gran sentimiento de orgullo. Hacen que sienta que no todo está perdido, que aun hay ciudadanos que luchan por lo suyo, por lo nuestro, por lo de todos. Por la dignidad. ¡Ánimo, mineros, vosotros sí que sois los Campeones! El resto del país parece estar amodorrado. Espero que no tengan que despertar durmiendo en la calle o rebuscando comida en los contenedores. Los últimos anuncios de recortes y subidas del IVA indican que a este paso acabaremos todos así. Bueno, todos no, los ricos cada vez están más forrados y con sus intereses bien blindados. Sólo nos queda esperar que no terminemos también por acostumbrarnos a la mentira generalizada como herramienta de gobierno. No voy a seguir por ese camino porque me pillo unos calentones… y está la temperatura para pocas bromas. Además, estoy contenta, me voy al campo a respirar aire puro un par de días. La pasta no da para más. Pero hay que coger fuerzas para pelear por nuestro presente.
Bardita se está zampando su pollo. Le debe estar sabiendo a gloria, porque ni levanta la cabeza. En un momento nos iremos al salón y mientras disfruto de mi ensalada, le tocaré un poco la barriga. Es uno de sus grandes placeres. Luego se quedará dormida, como un bebé satisfecho. Y mientras ella sueña que corre tras un conejo, yo trataré de escribir unas líneas persiguiendo mis propios fantasmas.