Cuando llega Semana Santa se me pone el cuerpo del revés. Con tanto Cristo sangrante y tantas aleluyas no me extraña que llueva, aunque este año, ni para llorar tiene fuerzas el cielo. En estas fechas tan eclesiásticas yo me quedo, como siempre, con lo bueno: el potaje de mi madre y las torrijas de mi hermana. Cada uno tiene sus vicios, ya se sabe. Mejor rebuscar lo positivo, porque si a uno le da por cabrearse, no gana para relajantes musculares. -No sé por qué te enfadas– dice Bardita que acaba de despertar de una siestecilla y aparece lozana por la puerta de mi estudio. -Ay si tú supieras, peluche… – Cuando yo nací, en este país, había una religión forzosa, como los trabajos forzados, pero sin juicio previo. Aquí o eras católico o eras católico. Disentir era imposible, o te bautizabas o ni te escolarizaban. No bautizarse era imposible, además todo ello se condimentaba con la amenaza de vivir toda la eternidad en el averno.
Menos mal que hoy yo ya lo tengo asumido: los rockeros van al infierno, así que con bautismo o sin él mi plaza está asegurada. Aunque el día de mi muerte va a ver un poco de conflicto por aquello de que los escritores vamos a un cielo particular. De modo que voy a empezar a hacerme un hueco en algún rincón divertido del más allá, a ver si al final me voy a quedar con las piernas colgando en la nada. Como no creo en los dioses que se han inventado los hombres, mi fe se concentra en lo que le viene en gana y si alguna vez imagino un creador, siempre es un ser de género femenino. A la creación le pega una hermosa mujer de caderas anchas y pechos bien organizados, alguien con energía para crear, perdonar y comprender. Casi puedo oír su risa campechana rebotando entre galaxias, bromeando por el cosmos, mientras con su actividad incansable coloca estrellas, lanza meteoritos y canta himnos llenos de alegría. Esa es la diosa que yo imagino así que la Santa Madre Iglesia se puede quedar con sus Cristos sangrantes y sus plañideras acongojadas. Espero que disfruten con salud la religión del miedo, de la represión y de la hipocresía, la que en España ayudó a un dictador durante cuarenta años a mantener al ciudadano amordazado y castigado sin cultura. Esa iglesia que sigue amasando fortunas en una de las bancas más ricas del planeta y posee un sótano bien equipado de riquezas, mientras se le llena la boca de aleluyas y oraciones por los pobres. Yo prefiero a mi dicharachera diosa cósmica cargada de regalos, de bienes comunales y de luz para quien sepa ver.
-Creo que hoy te has levantado un poco mística- dice mi perra estirándose. -Pues tienes razón- me agacho a acariciarla –pero es que hay que darse un respiro entre tanta indecencia política y buscar otros objetivos de enfado-. -No te quejes tanto, que dicen que ya ha llegado la recuperación económica-. -No me fastidies, Bardita, ten cuidado con quién te juntas en el barrio, a ver si te van a comer el coco-. Esta crisis ficticia no ha terminado. Aun no se ha cumplido todo el plan de la mafia que nos gobierna. Han conseguido abaratar el empleo hasta lo indigno, facilitarle el trabajo a los defraudadores, robarnos la justicia y deteriorar lo público. Pero aun hay mucho territorio que saquear. Si no espabilamos, seguirán metiéndonos goles, ahora el marcador está en: Mafia 25 – Ciudadanos 1. El gol de los ciudadanos se lo debemos a las mareas y tantas asociaciones que siguen defendiendo nuestros derechos y luchando. -Menos mal que en ese partido no tiran petardos– dice Barda apoyando la cabeza en el suelo con resignación. La pobre ha pasado una noche muy mala, las celebraciones futboleras nunca son silenciosas. Por cierto, enhorabuena a los madridistas.
Espero que sigamos entrenando para ganar el partido de la dignidad. Mientras tanto os deseo que disfrutéis de la vida y de este sol que nos ha regalado mi diosa dicharachera.
Comparto esta entrevista sobre “Hasta que regresemos en las estrellas” para los que no os asomáis a las redes sociales.
Felices potajes.