Durante semanas estuve cruzándome con un individuo que debía estar más salido que el pico de una plancha. Siento empezar la entrada con tamaña grosería, pero el acoso no merece ninguna lindeza. Este señor, entrado en años, debía pensar que las mujeres estamos ahí para su disfrute. Al principio sólo eran miradas, después empezó a murmurar marranadas que apenas llegaban a mis oídos y un día, finalmente hizo un gesto obsceno con la boca. Las primeras veces intenté ignorarle, después, la macarra que llevo dentro, de la que ya he hablado en otras ocasiones, empezó a alzar el dedo índice ante sus ojos. Pero el día que vi salir aquella lengua viciosa de su boca, exploté. La macarra, la indignada, la violentada, la mujer, reventó ante sus ojos. Salió de mi interior un torrente de improperios que alfombraron la calle. El tipo hizo aspavientos de asombro, como si la cosa no fuera con él, como si yo fuera un bicho raro caído de un árbol, o hablara en una lengua extraña. Cuando me detuve para tomar aire, se permitió decir algo como: “¿es que ya no puede un hombre echarle un piropo a una chica guapa?”. Entonces me di cuenta de que debía subir el tono de mi repulsa porque el individuo no estaba dispuesto a rendirse ni a reconocer el más mínimo error por su parte. Aquel era un día de mercadillo en mi barrio y la gente iba y venía a nuestro alrededor, de modo que aproveché la coyuntura, elevé el tono de mi voz y repetí mis argumentos uno por uno, pero a gritos. Terminé amenazándole con poner una denuncia; los municipales no andaban lejos y fingí buscarlos con la mirada. Parece que el cerebro de mi acosador se iluminó de pronto y comprendió que hablaba en serio, sobre todo al observar las miradas acusadoras de los vecinos que se detenían a escuchar. Al instante agachó la cabeza, murmuró algo y se marchó. Desde entonces, pasea por la calle de enfrente y cuando va con su mujer acelera el paso, no vaya a ser que cruce y le explique a su sufrida esposa con el tipo de marrano que vive. Aunque ya lo sabrá. – ¿Por qué no me avisaste? – pregunta Bardita que escucha con atención mi relato – Le habría dado un buen susto… -. – Ya sé que me habrías defendido, peluche, pero aun no habías nacido. – Acaricio su pequeña cabeza peluda y mis manos regresan al teclado.
Me he acercado por aquí para contaros esta historia que es real como la vida misma y desearos un feliz día Internacional de la Mujer. Día inútil si no conseguimos que los salarios se igualen, el maltrato se denuncie y se persiga, y el machismo se convierta en una sombra del pasado. Es triste que cueste tanto avanzar en aspectos tan básicos como el respeto, más triste aun es que más de la mitad de las mujeres europeas hayan sufrido acoso sexual o que la pobreza en todo el planeta tenga rostro de mujer. Pero que nadie lo dude, seguiremos levantando la voz y exigiendo igualdad y respeto. Ya que no nos suben el sueldo, al menos que nos respeten…
Os dejo con esta hermosa canción que habla de vientos de cambio y que espero escuchar en directo en unas horas.
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