PIDO PERMISO PARA LLORAR

Un abril de hace mucho tiempo, mi hermana Marina, con apenas dos años, salió de casa dispuesta a saborear la libertad. Era una preciosa muñeca y mientras yo nacía en un hospital cercano, se escurrió por alguna puerta entreabierta y recorrió el barrio en busca de aventuras. Casi puedo imaginarla con sus rizos negros y…