Hay épocas de la vida en que todo es tan complicado que parece que nos ha tragado un monstruo maligno; uno muy tenaz que no nos deja salir de su panza. Yo, que me niego a vivir amargada, me agarro a un clavo ardiendo para disfrutar de los pequeños placeres que le dan luz a nuestros días. Uno de ellos es lo que yo llamo el “momento coche”. Me gusta conducir y aunque últimamente mis movimientos son de cercanías, cuando entro en el coche sintonizo la radio en una emisora de Rock, subo el volumen, me imagino una larga melena que no tengo y disfruto esos minutos de viaje al hiper cantando a pleno pulmón.
- Si es que eres una macarra, no puedes negarlo – dice Bardita que envejece con dignidad tumbada bajo el aire acondicionado.
- ¡Venga, peluche! la música es alegría.
- No te digo yo que no, pero a mí me va más la música tranquila. Si es que los madrileños tenéis ese no sé qué de chulapos…
- No me hables de madrileños, que me acaloro – Bardita se ríe a lo perro pulgoso.
Tengo que decir que algunos madrileños vivimos desde las últimas elecciones avergonzados, desconcertados y asqueados. Yo, desde entonces, salgo a la calle con mal rollo. Antes de salir del portal me asomo con cuidado y oteo los alrededores en busca de figuras humanas sospechosas. Miro a la gente del barrio de otra forma, más bien diría que a algunos apenas los miro, no vaya a ser que me salten al cuello ondeando la banderita o algo peor. En fin, que me da mucho asco, qué queréis que os diga. Tener a ese, llamémosle “ser”, como presidenta de la Comunidad de Madrid, es bochornoso. Ya antes de que ella entrara en la película, mi mente no era capaz de asimilar que gente trabajadora votase a estos creadores de hospitales de papel, esta mafia infinita del ladrillo, a estos que nos roban cada día un pedacito más de la sanidad pública hasta convertirla en un trapo sucio y sangrante, y se llevan la pasta de la educación pública para regalársela a sus amigotes de la privada. Es muy triste y democráticamente votado, lo sé, pero para mí es la dictadura de la ignorancia y el egoísmo. Ya sabemos que no hay nada más tonto que un obrero de derechas, pero cuesta asimilar que haya tantos.
- Ya estamos como siempre, ¿pero no te estabas quitando del politiqueo?
- Sí, y lo logré durante quince días. Después volvió a atraparme en sus redes el ansia de saber y mi anhelo justiciero. En fin, uno tiene que aceptarse como es.
- Bueno, pues ya que has vuelto al redil ¿Qué me dices de la que ha liado Garzón con el tema de la carne?
- Yo, desde luego, estoy totalmente de acuerdo con él. A lo mejor ha abierto el melón a destiempo, pero todo lo que dijo es verdad verdadera. Ya sabes que desde que convivo contigo, no como mamíferos.
- Seguro que te lo agradecen. Pero del jamoncito no te privas, ¿eh? – dice alzando el hocico hacia el techo para estirar el cuello.
- Nadie es perfecto, Bardita. Lo reconozco, el jamón me hace ser una vegetariana de pacotilla.
La verdad es que Garzón o quien trate de hacer cambios importantes en España, lo tiene complicado. En este país de pandereta donde aún la justicia es medio franquista y donde se vitorea la tortura de un pobre mamífero en una plaza de toros, los avances se logran a paso de tortuga.
- Pues yo sí que me comía ese chuletón – oigo la voz de Bardita que se ha sentado frente a mí y me está mirando con sus ojazos negros.
- Lo siento, pequeña, pero tú no puedes, estás a dieta.
- Qué mal repartido está el mundo – dice apoyando la cabeza en su cama con tristeza.
- Y tú que lo digas. Venga duerme un poco, bebé, que ahí afuera hace mucho calor y no podemos salir hasta la noche.
Bardita se tumba de lado y al momento parece dormida. Estos días, cuando todos esperamos estar asistiendo a los últimos coletazos de la pandemia, aún hay cosas que temer y pozos de los que salir. Yo busco la forma de llevar con humor las decepciones políticas y con amor los asuntos de la vida. Soy afortunada: tengo la escritura. Escribir, para mí, es el sueño que me mantiene en pie en la noche de los dramas vitales, también es un acto de rebeldía y mantiene viva a la niña que hay en mí.
Espero que vosotros tengáis vuestros propios juegos.
Os deseo un feliz y soportable “evento de calor extremo”
Que razón tienes pero el pueblo habló en las urnas y aunque yo también me quedé fría cuando vi los resultados, hay que aceptar los resultados.
Una pena.
Lametazos de Nevado para tu bebé, ellos si que saben vivir.
Aceptamos con resignación… Un besazo y disfruta!!