El tiempo es un animal extraño. Hay meses y años que transcurren lánguidos y semanas tan intensas que apenas podemos hacer un recuento de los días. El dolor de los que amamos, a menudo, pesa más que el propio y nos enfrenta a tristezas hasta el momento desconocidas. Últimamente siento que mis pies tratan de avanzar sobre una navaja afilada. Cualquier presión puede desangrarme y una inesperada ráfaga de viento, arrojarme a un abismo al que ni siquiera me atrevo a mirar. Sin embargo, aquí sigo, aprendiendo nuevas formas de conjugar los verbos de la vida y tratando de seguir soñando. La palabra escrita siempre ha sido mi aliada y mi refugio. Y aunque en los últimos meses haya hecho poco ruido, he seguido amasando palabras y soltando improperios ante las noticias que nos regala el mundo y nuestro triste país.
– El día que no lo hagas habrá que preocuparse- dice Bardita estirándose y sentándose frente a mí. – Yo lo que creo – continúa – es que te has acomodado en la pereza y ahora te cuesta arrancar.
– Sabes que de vaga tengo poco, Barda.
Debo reconocer que el lápiz que uso para este blog lo tengo poco afilado. Además, se me han ido acumulando tanto los deberes, que cada vez que trato de asomar por aquí, casi no sé por dónde empezar. Sobre nuestros corruptos y bandarras, poco más puedo decir que no haya dicho ya. A Donald Trump sí le leería bien la cartilla. Ese tipo es lo más peligroso que le ha podido ocurrir a este planeta. Es un generador de odio, un asno ascendido al olimpo del poder. Llevarle a la presidencia ha sido como regalarle una metralleta a un tarado. En realidad, sobra el “como”. Gracias a sus votantes habrá más guerras, más muros, más injusticia y la humanidad seguirá dando pasos hacia atrás.
– Con lo graciosos que son sus colores de borrachín y su flequillo desubicado… – dice Barda-
– Ese chalado no tiene maldita la gracia, peluche.
– Me parece que estás perdiendo el sentido del humor.
Puede que mi perrita tenga razón. Me cuesta encontrarle el chiste a ciertas cosas, en especial a la situación de la mujer en el mundo. Eso es lo que, en realidad, me ha traído a empujones a escribir estas líneas. Los datos de la desigualdad ya son conocidos y poco se puede añadir. Pero cómo no desempolvar todo el repertorio de palabrotas conocidas y por conocer ante tantas agresiones, violaciones y asesinatos. Es indignante vivir en una sociedad que genera tipos capaces de amordazar y violar en grupo a una septuagenaria, como ha sucedido este fin de semana. Tipos capaces de maltratar y asesinar a sus parejas y a sus propios hijos para vengarse de la que ya no quiere vivir con él. ¿Qué sociedad aguanta todo esto sin apenas tomar medidas? Nuestros gobernantes siguen poniendo tiritas a un derrame salvaje que afecta a todo el tejido social. Avergüenza que el macho cavernario siga campando a sus anchas.
– Como me lo encuentre yo, ya verás- dice Bardita colocándose en una de sus poses favoritas: la de pescadilla de enroscar.
Abro la boca para responder, pero las palabras se quedan en suspenso. En la radio suena un tema de Pink Floyd que me traslada a otro plano de la vida. La música tiene esa cualidad, la de transportarnos a diferentes rincones de nuestro yo. La música y la literatura tienen la fuerza necesaria para cambiar la fisonomía del mundo. Una canción o un poema pueden triturar los muros del odio y de la ignorancia.
Bardita, en un instante, se ha quedado dormida y resopla moviendo las patas delanteras. Debe estar enredada en alguna carrera onírica. No hagamos ruido, no vaya a despertarse.
Si queréis, el viernes nos vemos. Cantaremos en el Centro Cultural Blas de Otero por la libertad de las mujeres, que es la libertad de todos.
Feliz día Internacional de la Mujer.
Me encanta, como siempre, la manera de contar las cosas que tienes. Te quiero amiga, aunque no nos veamos
Gracias, cariño, yo también te quiero un montón. Espero tener una buena noticia literaria pronto, y ahí te quiero ver, para darte mil besos.