En los últimos tiempos dan ganas de tomarse una tila después de los telediarios. Hay días que es mejor no verlos. Si lo haces, el corazón corre el riesgo de consumirse ante la visión de tanta basura. Sobre todo, durante el verano, si amas a los animales, hay una parte de las noticias que es mejor no ver. Las fiestas en este país parece que no pueden funcionar sin sangre, machadas y crueldad. La afición que tienen algunos españoles por el maltrato animal, da ganas de vomitar.
Además, este año nos estamos desayunando con una atrocidad insoportable. El genocidio, ante nuestros ojos, de los palestinos en Gaza resulta indignante. Qué vergüenza que el pueblo que sufrió el holcausto nazi esté cometiendo los mismos abusos contra otro pueblo. Si existe ese dios del que tanto les gusta hablar, los mercachifles que negocian con la muerte tienen el infierno asegurado. Si no lo hay, habrá que inventarlo. La muerte de un niño en un bombardeo condena a toda la sociedad que lo justifica.
Hace años creía que el ser humano era bueno por naturaleza y que sólo las circunstancias le arrastraban a la maldad. Ahora sé que aquél era el pensamiento noble, pero ingenuo, de la soñadora que soy. Últimamente tengo que hacer grandes esfuerzos para no abonarme a la misantropía.
– Pues sí qué estas tú hoy de mal humor- Dice Bardita, mirándome con ojos somnolientos. Está tumbada panza arriba a mi lado en el sillón – Ay, peluche, si no fuera por toda la buena gente que sé que hay por todas partes…- Gente que, como tú, que estás leyendo esta entrada, presencia boquiabierta tanto despropósito. Creo que es el problema moral y ético de muchos ciudadanos del mundo. Somos cultos, tenemos información, pero nos sentimos impotentes. Ojalá las nuevas generaciones se hagan más fuertes y encuentren las herramientas para luchar contra tanta injusticia y corrupción.
Aunque en España, seguramente costará más que en otros lugares. Aquí estamos a medio educar y las señales asoman por todas partes. Hasta dónde llegará la cosa, que por Madrid corre el rumor de que sobre el Parque del Retiro ha caído una maldición. Que se caigan árboles en un parque, a la peña le parece que es un ataque de los dioses. Nada tiene que ver con un ayuntamiento que no mantiene convenientemente nuestro patrimonio, no señor, es cosa del maligno. – ¡Qué miedo! – exclama Bardita incorporándose y sentándose a mi lado. – Pues mira que tenía yo ganas de ir al Retiro este verano, pues ya no vamos, ¿eh?-. -No te preocupes, Bardita, con el calor que hace, mejor nos quedamos en el pueblo que se está más fresquito. Además, entre tú y yo, sí que es cierto que le ha caído una maldición a Madrid: la mayor deuda pública de todos los consistorios del país y una alcaldesa capaz de dejar en ridículo a toda la nación.- Pero en fin, de todo deben tener la culpa los hados. ¿O serán los votantes que no andan muy acertados?
-Lo que tenían que hacer esos hados es traernos la playa a Alcobendas- dice mi perra entre dientes -No lo digas muy alto, a ver si te van a hacer caso, que con el cambio climático, todo es posible-. Bardita pone cara de loca y, de un salto, se tira al suelo. -Eso del cambio climático me tiene preocupada, y mejor será– dice bostezando -que me vaya a dormir a la terraza, a ver si encuentro una brisita despistada-. Sonrío viendo su pequeño cuerpo moverse despacio por el pasillo. -Es que hace un calor… – Oigo que masculla sin volver la cabeza. -No te preocupes, no hay mal que mil años dure-. Digo, para tranquilizarla.
Cuando desaparece de mi vista, pongo música mientras me agarro a mi flotador: las letras. Todos tenemos algún truco que nos salva de la tristeza. A mí las letras me sirven para todo, me consuelan, me ilusionan, me apasionan y son el flotador al que me agarro para no perderme en el abismo. Este verano, lo que tal vez sea una novela ya está dando sus primeros pasos. Una nueva historia va tomando forma entre renglones. Mi estudio se llena cada día de personajes que me hablan al oído. A menudo, no entiendo sus palabras, pero no dejo de escucharles mientras mis dedos se mueven sobre el teclado.
Felices calores y ya sabéis, si vais al Retiro, poneos el casco.
