Ya hace días que estas fiestas aflojaron sus colmillos de nuestros magullados ánimos. Ahora estamos todos mascullando los propósitos para el nuevo año. Yo, por mi parte, no me planteo grandes desafíos, sólo intentaré vivir más relajada y disfrutar aun más de las pequeñas cosas del día a día. –¿Y lo de bajar barriga no lo cuentas?– dice Bardita, que está tumbada a mis pies y no pierde ripio aunque esté a punto de dormirse. – Eres una cotilla – le digo- eso entra dentro del terreno de la intimidad. -Ya – responde- lo que pasa es que no lo cumples y no quieres reconocerlo. La verdad es que creo que esa es una batalla perdida, aunque lo de relajarme tampoco es fácil, con la que está cayendo. Los que no podemos evitar estar al día sufrimos a veces un empacho de información. Como todas las noticias son bastante nefastas, se genera en el sufrido ciudadano una sensación de impotencia de esas de órdago. Pero no hay que desesperar, ni mucho menos cerrar los ojos a la triste realidad que nos rodea.
Hace años, durante una de mis crisis personales, un buen amigo me dijo que no tratara de resolverlo todo, ni encararlo todo a la vez. Que tenía que ir por partes, problema por problema haciendo lo que estuviera en mis manos hacer. Resolver el mundo es casi imposible, pero si coges una pequeña pieza, la que más te interesa y trabajas firme en ella, verás que algo cambia, tal vez no todo, pero al menos algo. Los que escribimos novela lo sabemos. La única forma de avanzar es ir párrafo a párrafo, tomárselo con calma y tener el oído atento a los mensajes del cosmos. El elefante se come a pedazos… –A mí fíjate -me interrumpe Bardita, mientras prueba diferentes posturas para echar una buena siesta-, que los elefantes siempre me recuerdan al Rey Juan Carlos. A ver qué pasa ahora con ese lío de la hija…-. -Barda, bonita -respondo-, estaba intentando desviar la entrada hacia la escritura, que realmente es lo mío, luego dices que estoy siempre hablando de política. Confiemos en que los pocos jueces demócratas que tenemos hagan su trabajo y esa chula tenga que pagar al menos con su vergüenza-. -Bien dicho- Dice y creo que en un rato no volverá a replicar, no hago más que darme la vuelta y poner los dedos sobre el teclado y ya está dormida.
Mientras oigo su suave respiración, pienso una vez más que es una pena que en este país no sacáramos la guillotina a tiempo como hicieron nuestros vecinos. Mejor nos habría ido. De cualquier forma es preocupante la apatía con que estamos viviendo esta falsa crisis. Claro, que tampoco es extraño, si uno observa su entorno se da cuenta rápido de que el español medio no está acostumbrado a denunciar ni a exigir sus derechos. Me contó un amigo hará cosa de un año que fue a pedirle a su banco que le quitara la famosa clausula suelo de su hipoteca y el banco lo hizo. Por supuesto que tuvo que amenazar al banco con retirar su cuenta y la de toda su familia, pero lo importante es que le quitaron la maldita clausula. Es más, estaban sorprendidos porque nadie iba a la oficina bancaria a reclamar. Así nos va. Los españolitos nos lo tragamos todo de buen rollito. Somos tan majos… y lo peor es que somos un poco extremos, pasamos de aguantar carros y carretas a coger la metralleta. Creo que a este país le hacen falta muchas cosas. Una de ellas es aprender a exigir y denunciar. La única solución contra toda esta sinvergonzonería que nos ahoga es denunciar, denunciar, denunciar y no mirar para otro lado. Los ciudadanos de a pie tenemos que aprender a exigir. Por dios, si es que nos comen las mafias y seguimos sin inmutarnos. A veces me pregunto si los llamados chemtrails no estarán lanzando sobre este país el veneno de la sumisión. Menos mal que en el Gamonal se quedaron sin combustible.
Que tengáis una feliz y sosegada cuesta de enero, que aunque los medios parecen haber decidido no hablar sobre ella, existe y es bien empinada.