A veces me vence el desánimo. Supongo que le ocurre a todo el mundo: los tiempos son malos, la mentira de este sistema me agrede y me siento insultada. ¿Indultada? Pregunta Bardita, que me observa teclear mientras se acomoda en el sillón para echar una siesta. Hoy le han puesto una vacuna y como es una peluda muy sensible está un poco afiebrada. No, Barda -le digo-, a los pobres no nos indultan, eso es para los grandes defraudadores. Ah, ya decía yo, se tumba panza arriba y se dispone a ignorarme, pero antes me espeta: Recuerda que me has prometido escribir algo positivo. Miro hacia el techo tratando de recordar cuándo le habré hecho tal promesa. Aunque si ella lo dice, seguro que es cierto. Voy a tener que dejar de beber tanta cerveza. Vale, tesoro -le respondo-, lo intentaré. Al momento oigo cómo respira profundamente. En menudo lío me he metido, escribir algo positivo no es tan fácil. Hay momentos en los que creo que nada de lo que hagamos podrá mover un ápice de esta maquinaria bien engrasada de los poderes multinacionales, de las grandes fortunas y las mentiras mercantiles. Sin embargo, en cuanto más asciende la marea de la pobreza, más segura estoy de que saldremos victoriosos. Tal vez porque cada vez veo a más gente quemada. Incluso los que hace poco eran indiferentes. En ese sentido, creo que las cosas están mejorando. No hay más que asomarse a las calles, a las manifestaciones y a la indignación que ya aflora por todas partes. Venceremos, estoy segura, probablemente tardará, pero lo haremos posible y saldremos renovados. Este país está lleno de sinvergüenzas, pero también lo está de buena gente y de mucho ingenio.
La pena es que los artistas, como dice mi amiga Carmen, se nos van de tres en tres. Tenemos asumido que hasta que se no cambie la Ley Electoral los representantes elegidos por muchos de nosotros, no llegan al parlamento, pero nada impide que elijamos a nuestros muertos. Yo me agarro con los dientes a ese pedacito de libertad y elijo. Con todo mi respeto, de los muertos de la última semana yo me quedo con Constantino Romero. Aparte de tenerle mucha simpatía, era dueño de una hermosa voz: La Voz. Es una pena. “Que la fuerza te acompañe” allá donde haya ido tu energía.
Ahora que no me oye Barda, diré que una noticia preocupante es la “orden” de Bruselas de implantar en España un contrato único. Miedo dan. Bardita abre un ojo, me mira y lo vuelve a cerrar. Me parece que me ha pescado en un renuncio. No te preocupes, perrita, que ahora lo suavizo. Lo del contrato único, parece que no ha colado y ha generado una ola de unidad entre los sectores que cortan el bacalao en este país. Esperemos que no haya cogido la Merkel el teléfono privado y le esté poniendo la oreja colorada a Rajoy. Como es tan bien mandado… Pero el tema que me toca más de cerca, el literario, también tiene sus sombras y como se acerca San Isidro y soy una madrileña más chula que un ocho, me permito disentir de la opinión de Luis Goytisolo que augura el declive o el fin de la novela. No he leído su ensayo, de modo que tampoco puedo afirmar estar en total desacuerdo con él, pero así a bote pronto, en mi opinión lo que está en declive es el mundo editorial. El editor está malherido. Los genios capaces de renovar la novela siguen estando por ahí. Pero al mundo editorial le han forzado a mantener un difícil equilibrio entre la pela y la calidad. Es una pena, porque hemos perdido al editor que mimaba los libros y a los autores raros y poco comerciales, el editor capaz de ilusionarse hasta la médula por un escritor desconocido y lanzarlo sin miedo al universo de los ávidos lectores. Esa es la mina de donde salen los genios. ¡Por dios! necesitamos que regrese el Editor. Es la única forma de asegurarnos que alguien reconoce a Proust o a Gabo si pasan por nuestra puerta. Por desgracia, la maquinaria de hacer dinero lo destruye todo, toda iniciativa interesante es succionada en poco tiempo por los monstruos multinacionales. El mundo editorial está aquejado de la misma enfermedad que el resto de nuestra sociedad: el capitalismo salvaje, que como nos descuidemos nos va a robar hasta la conciencia.
Bardita se estira dormida. Creo que voy a cambiar de tema, o se enfadará y no querrá llevarme al fiestongo de San Isidro. Por cierto, que en las fiestas de San Isidro los madrileños tienen una agenda cultural muy intensa. Cualquier cosa menos asistir a esa salvajada de los toros. Barda levanta las orejas alertada por la imagen sangrienta y cruel que se dibuja en mi pensamiento. Acaricio su barriga expuesta para tranquilizarla. No te preocupes, orejitas, que a ti nadie te va a clavar una banderilla, antes le arranco los cojones al que lo intente. Mi perrita se da media vuelta y vuelve a dormir. Menos mal que parece que la crisis también está pudiendo con esa canallada, ¿o será que al fin nos estamos civilizando? Esto último, por desgracia, lo pongo en duda. No hay más que ver la agenda de festejos de mi pueblo, Alcobendas, quién te ha visto y quién te ve… que si una exposición de fotografía taurina, que si una demostración de toreo de salón, vamos que da asco. Para que lo mejor de las fiestas sea un concierto de Fórmula V, os podéis hacer una idea. Bardita abre un poco los ojos y creo oír sus pensamientos entre las brumas del sueño: ¿Pero no habíamos quedado en que ibas a ser más positiva? Vale, peluche -le digo-, tienes razón. Para que veas que soy muy obediente, terminaremos con una canción que nos alegre un poco, aunque sea una alegría sarcástica de las que nos arranca una sonrisa de medio lado. Es lo que le pega a este tiempo de cambio. Preparados. One, two, three, four…
¡Excelente entrada, Esther! Enhorabuena, me ha encantado lo que dices y el estilo con el que lo haces. ¡Te sigo a partir de ahora! Suerte con todo 🙂
Muchas gracias, Berta! Bienvenida a este humilde blog
Muy interesante tu entrada Esther; me gusta lo que dices y cómo lo dices. Por cierto yo también tengo un westy, se llama Coco y es tan tierno como tu Barda, aunque un poco menos juicioso. Saludos y Enhorabuena.
Gracias, Andrés, disfruta de Coco, son unos angelitos y tienen un gran carácter.