Quien tiene un perro tiene un amigo, pero también corre el riesgo de intoxicación. Bardita, que sufre de gases, me está dando un verano terrible. Eso de beber agua marina y perseguir erizos en Cantabria le ha dejado el estómago fuera de combate. No sé por qué tienes que contar nuestras intimidades – dice muy digna alzando la trufa -. Estamos en el salón, yo trato de leer tumbada en el sofá mientras ella mordisquea un juguete canino. Perdona peluche, es que últimamente tengo el carácter un poco revenido por culpa de esta gentuza que nos gobierna. Sólo espero que no vuelvan a salir elegidos porque es triste tener que acostumbrarse a la mentira crónica. Además, – digo alzando el dedo y sentándome. Barda abandona su muñeco, también se sienta y clava sus ojos negros en mí, preparada para escuchar mi dosis de indignación diaria – Es que esta gente se cree que esto es suyo. Ahora les ha dado por Gibraltar para tapar sus vergüenzas con Bárcenas, ¡deben creer que somos gilipollas!. Sacan la banderita patriotera como si España siguiera siendo su cortijo, a este paso vamos a terminar aborreciendo nuestro bonito país. Nunca imaginé que la frase más pronunciada a mi alrededor pudiera ser: “España da asco”, pues es un hecho, las dos cosas son ciertas, que la frase es la más pronunciada y que este país da asco. Corrupción hasta los tuétanos, recortes sociales, recortes en sanidad, recortes en educación, en dependencia y el ciudadano medio ni se menea. Menos mal que tenemos a las Mareas y las Plataformas que nos están salvando, al menos, la dignidad.
Aunque tampoco es de extrañar, con el nivel de analfabetismo que nos rodea, demasiado poco nos roban. El otro día me crucé por el centro del pueblo con Ortega Cano y para mi sorpresa veo que una señora se planta ante él y casi se lo come a besos, la Mari le dedicó olés y aleluyas variados mientras el tipo se apartaba no sé si asustado o asqueado. ¡Madre mía, qué país! Y lo de Madrid ya es inenarrable. ¿Dónde habrá ido mi Madrid reivindicativo y festivo? Ayer, sin ir más lejos, bajé a ver la exposición de Pissarro y la cola más larga que me encontré era para el besapiés de los viernes del Cristo de Medinacelli. Manda narices. Este país va hacia atrás como los cangrejos, y con el PP cada vez habrá más burrerío, más virgencitas y más analfabetismo. – Tranqui, mami, que te va a dar algo – Dice Barda que ve cómo me altero más y más. Tienes razón, peluche, me voy a tomar una cerveza fresquita y a hacer un poco de zapping. – Lo que tienes que hacer – dice con su calma acostumbrada – es escribir algún cuento o algo, porque estás de un humor…
Bardita, como siempre, tiene razón, llevo una semana tratando de descansar un poco de escribir mientras mi nueva novela reposa. Pero según van pasando los días siento que mi vida se ensombrece. Cuando no escribo se crea un vacío en mis neuronas vitales digno de psicoanálisis. Algún día intentaré analizarlo, o mejor aun, escribiré sobre ello. Escribir literatura siempre fue una actividad algo estrambótica, eso de inventar personajes y decir de manera soterrada cosas que ya han dicho otros antes que tú y seguro que mucho mejor, es, como poco, un signo de locura. Pero además, en estos tiempos no ganas con ello ni para pagar el recibo de la luz y si tienes unos pocos lectores, te puedes dar por contento. Sin embargo, cuando naces con ese monstruo dentro, hay que darle de comer. No queda otra. En fin, algún vicio había que tener. El tabaco lo dejé hace años… Se te olvida la birra – dice Bardita levantando la gaita – Ah, sí, y que no me la quiten, ya lo que me faltaba. Creo que te haré caso, peluche, trataré de escribir algún cuento para que no se alejen mucho los duendes chiflados de la inspiración. Cuando se escribe, lo mejor es hacerlo sin descanso. La inspiración es un amante fogoso al que hay que alimentar, mimar y entretener todos los días como a un marido aburrido.
Pues venga, dale de comer – se entusiasma Bardita -, y de paso, ¿qué tal si me das un anticipo de ese pescadito que tenemos para la cena? – pregunta relamiéndose-. Anda, tripera, vamos a rellenar ese estómago peludo – le digo-. Barda se pone en marcha moviendo el rabo contenta y mientras caminamos hacia la cocina, me prometo disfrutar de cada momento, en lo que queda de día. Os deseo lo mismo: que disfrutéis todo lo posible y si la cosa se complica, ya sabéis que un buen libro y un poco de música hacen maravillas.