Hoy me he levantado con ganas de escribir en esta bitácora. La tengo muy abandonada. No es que me falte inspiración. Pero ahora estoy empezando a dar algunos pasos por la senda de una nueva novela. Y cuando eso ocurre, el mundo desaparece a mi alrededor. No es una experiencia original. Le pasa a muchos escritores. Y con el tiempo soleado que hemos tenido, lo que apetecía en los ratos de relajo, era salir de paseo. Los días grises y lluviosos este año han decidido escasear. Al menos en Madrid. Al menos hasta ahora. A este paso, dejaremos de disfrutar la primavera. Hay cosas que se aprecian más cuando se las añora. A mi me gustan los inviernos, inviernos. Pero con este lío del cambio climático, ni sabemos en qué época vivimos. Sí, el cambio climático. Eso que algunos hasta hace poco negaban. Menos mal que ya hasta Aznarín, un gran negacionista, desde que tiene acciones en el asunto, cree en el cambio climático. Aunque de poco nos sirven las creencias propias ni las ajenas. El caso es que este invierno está siendo raro. Y ahora van y se dejan la ventana abierta por Siberia y nos viene esta ola de frío, que es para pasmarse. Este frío polar que nos ha invadido es ideal para quedarse en casa y escribir. Yo estoy encantada, porque eso es lo que nos gusta hacer a los que tenemos esta pasión. Aunque luego cueste tanto llegar a los lectores.
Esta mañana, paseando con Bardita, un conocido se ha preocupado por mis asuntos crematísticos. Después de preguntas más triviales ha ido directo al grano: ¿Qué tal llevas la promoción de tus libros?. Vaya, ha sido mi respuesta, al menos me consta que alguien me lee allende los mares. Qué bien, cuánto me alegro. ¿Y en España no tienes lectores?. Debo haber puesto cara de póquer. Ya sabes cómo va la cosa. Aquí somos diferentes, lo de “Spain is different”, es real como la vida misma. Se han regalado muchos lectores electrónicos, pero la gente los debe tener guardados en la mesilla. Mujer, me dice, aprovéchate de las redes sociales. Es un buen lugar para promocionarse. Bueno, es que en el fondo soy un poco tímida. Mi respuesta ha provocado una sonora carcajada que ha recorrido el parque. He enrojecido, más por el escándalo que por ser pillada en una mentirijilla.
Más tarde, ya en casa, Bardita, que se había quedado con ciertas dudas, me pregunta qué es eso de las redes sociales. Me siento frente a ella y miro al techo buscando inspiración. Pues mira, por un lado está el facebook. El facebook es un lugar alegre al que me asomo de vez en cuando. La verdad es que tiene su encanto. Como dice mi amigo Alberto es una corrala de cotillas. Pero tiene su gracia. La gente se saluda por las mañanas, se envían fotos, chistes y comparten información. Luego está lo del twitter. Bardita gira la cabeza tratando de asimilar la extraña palabra. Pero esto del twitter, entre tú y yo – le digo agachándome para poner mi cabeza a su altura – todavía no lo veo claro. Ahí cada uno va a contar lo suyo y nadie parece hacerse caso. Eso sí, se aprende mucho picoteando en los enlaces que se envían. Es casi como ir a una academia, sólo que no hay horario de recreo. Y si te vas un rato, cuando regresas, siempre te has perdido algo. Es una pequeña torre de Babel y nunca sabes si alguien te va a escuchar. Yo, de hecho, apenas escribo tweets. Creo que me van a dar el premio a la esclava del silencio. ¿Y por qué lo usas, si no escribes?. Con lo que a ti te gusta eso de escribir. Dice moviendo la cabeza. Medito bien la respuesta porque no es tan fácil dejar tranquila a esta perrita. Porque me gusta escuchar, respondo al fin. Y según emito ese mensaje lo asimilo. Y me doy cuenta de que es cierto. No es que yo sea anormal, a todo el mundo le gusta hablar, explicar, expresar opiniones. A mí también me gusta, que conste. Pero también me gusta escuchar. Es una forma de aprender. Siempre me ha gustado averiguar qué hay más allá de los silencios, de la sutileza de los gestos. Escuchar es una forma de respetar a los demás. De dejarles su espacio. Además, no creo que se pueda ser buen escritor si a uno no le gusta escuchar. Me parece que Barda, una vez más, ha leído mis pensamientos y ha quedado conforme. Le rasco detrás de las orejas como a ella le gusta. Al instante, da media vuelta y se marcha a dormir. Creo que se va contenta. No sé si porque el sueño puede con ella o si sencillamente le alegra librarse de los arduos dilemas humanos.
Y yo, que estoy con el lector de ebooks que me han traído los reyes, como un niño con zapatos nuevos, me voy a cualquier rincón a leer. Mi nuevo compañero me está dando muchas alegrías. Qué cosa más chula, oye. Le rozas con el dedito y se pasa la página. Vas en el tren y lees tranquilamente, sin tener que cargar con una mole. Es una maravilla. Estoy contenta como una colegiala. Aunque sé que la mayoría de los españoles tienen sus libros electrónicos guardados en algún cajón. Es una pena, porque los que publicamos en digital, en este país lo tenemos muy, muy complicado. También es cierto que todos los creadores aquí siempre lo han tenido chungo. En fin, no seamos egoístas, peor lo tienen los parados de larga duración. Ya se sabe, el que no se consuela…
Es porque no quiere. =) Me ha gustado mucho Esther, gracias por pasarme el enlace. Por cierto, a ver si podemos quedar las tres para lo de la revista pronto, dime cuando te va bien, ¿vale? Besos.
Gracias, guapetona. A ver si nos ponemos de acuerdo y buscamos el día y sale adelante ese super-blog
Escuchar es de sabios, ya sabes, bueno, depende de a quién, claro…