
Tiempo de mascarillas
Estos días vivimos concentrados en la propia supervivencia y la de los nuestros. Al mismo tiempo, tenemos el corazón puesto en el conjunto, en el nosotros. O al menos lo hace la buena gente, no voy a ser naif. Al otro lado, están los políticos de la derecha y la extrema derecha que lo aprovechan todo para instaurar un nuevo o no tan nuevo orden de insolidaridad y racismo. Y aunque pudiera parecer que les guían sus profundas convicciones, a mí no me engañan, a esta gente lo que le mueve es su bolsillo y sus negocios. Punto.
- Pues para no tener convicciones, usan mucha palabrería – dice Bardita asomando la cabeza dentro del estudio.
- Sí, lo hacen, y son grandes generadores de odio, malditos sean, sólo sobreviven hurgando en las tripas de sus ignorantes seguidores hasta que la bilis les sale por la boca. Pero detrás de todo eso están sus negocios, sus subvenciones, sus hoteles, la sanidad privada y el ladrillazo, por eso también fomentan el ataque sin cuartel a nuestros políticos más progresistas. Eso de que les quiten los esclavos con el ingreso mínimo vital, les tiene envenenados.
- Ya estás enfadándote, como siempre, mira que con el calor que hace no sé si vale la pena – Mi perrita se ha quedado sentada en la puerta para darme un poco de palique – No me atrevo a preguntarte por nuestra presidenta Ayuso, a ver si te va a dar un yuyu.
- A la «iluminada» esta mañana no me la menciones – digo y me levanto de la silla resoplando – que nos tiene bien fastidiados. Los madrileños estamos en riesgo extremo por su culpa.
- Venga, tranqui, no te sulfures – dice escondiendo el morro para tapar una media sonrisa canina.
- Luego – continúo, ignorándola y volviendo a sentarme – tenemos a los terraplanistas, antivacunas, conspiracionistas y esa variedad de humanos con el cerebro de un mosquito que se manifestaron contra el uso de la mascarilla hace unos días. De tarados está el mundo lleno, de eso no hay duda, pero es una pena que mi Madrid acoja a tantos de ellos. La plaza de Colón es últimamente un imán que atrae manifestaciones de gentes egoístas y descerebradas.
- Es verdad y eso me recuerda la reunión del trifachicho, parece que fue ayer – dice Bardita poniendo un gesto melancólico – Ah, por cierto ¿Qué vamos a hacer sin Cayetana?
- La verdad es que es una pena, al PP le irá mejor sin esa exaltada, y lo que al PP le va bien, a nosotras nos va fatal.
- Yo voy a echarla de menos – dice Bardita apoyando la cabeza en el suelo – Aunque sólo sea por no ver ya tus aspavientos por el pasillo cada vez que ella abría la boca. Y tú qué crees, ¿se irá a Argentina? Como es de tantos sitios…
- Mira, Peluche, una Marquesa, con mayúsculas, puede tener las nacionalidades que le dé la realísima gana, como tiene que ser.
- Y hablando de cosas realísimas… ¿Qué me dices del Rey emérito?
- Qué te voy a decir, bebé, le pagamos durante años sus idas y venidas para visitar a sus muchas amantes y ahora se va de rositas, ya sabes que España es “asín”
- Anda que la emérita debe tener buenas tragaderas, ¿no? Con tantos cuernos que le han puesto…
- Sí, la verdad es que un buen ejemplo para la condición femenina no es. Pero no me líes, Bardita, nosotras a lo nuestro, que es la literatura.
- Bueno, si tú lo dices. Pero hay que reconocer que es un poco más aburrido.
- No seas quejica, sé que te encanta acompañarme en el estudio mientras me peleo con los nombres y los pronombres, los verbos y los adverbios.
- Lo que más me gusta es las siestas que me echo esperándote mientras le das a la tecla.
- Tú te echas siestas hasta en medio de una feria bulliciosa.
- Tienes razón – dice bostezando y buscando acomodo en una de sus camas – Lo que es una pena es que para escribir no te pongas la mascarilla. Con lo mona que estás con ella.
Mona o no mona, esto de la mascarilla da mucho juego y aporta mucha información sobre el vecindario. Por sus mascarillas los conoceréis. Sobre todo, por la ausencia de ellas. Una de las ventajas de llevarla es que según se acerca a ti alguno de esos tontos de baba que no la usan, te puedes cagar en toda su familia sin que se entere. Otra ventaja destacable es lo que estamos ahorrando en carmín.
- Además, es una pequeña molestia que hará que algún día podamos decir adiós a ese maldito virus, ya lo verás, Bardita.
Me doy la vuelta esperando su respuesta, pero la respuesta no llega porque mi perra ya duerme como un angelito canino. Es un ser feliz.
Espero que vosotros también encontréis algunos momentos de felicidad. Con la que está cayendo, no cabe más que tener paciencia y si la cosa se pone fea, lo mejor es encerrarse en casa a leer. Los cuentos nos salvan de muchas cosas y nos dan alas para soñar lo posible y lo imposible.
Felices días con mascarilla.
“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” G.K. Chesterton
