Este verano he elegido escribir, leer y no hablar demasiado. A mí me gusta el silencio. Tal vez por eso no vivo con otros seres humanos, o tal vez porque no vivo con seres humanos me gusta el silencio, no sabría decir. El silencio de mi día a día sólo lo rompe Bardita manteniendo a raya a los enemigos y la música, que es parte imprescindible de mi silencio. Las conversaciones me gustan en el bar y la televisión la prefiero apagada. – Pero la radio siempre está sonando en la cocina – Bardita me interrumpe. Está tumbada panza arriba en el sillón esperando a que le acaricie la barriga – Tienes razón, peluche – Le respondo. La radio siempre nos acompaña. Aunque para informarme me asomo a los periódicos digitales. Hay poca prensa escrita que me interese últimamente – También, por no salir a comprarlo, con este calor… – puntualiza Barda -. Pues no es por eso, ya sabes que tenemos el quiosco muy cerca. A veces pienso que sólo nos faltaría tener el mar ahí enfrente. Supongo que es el sueño de casi todos. Desde luego ese era el de la protagonista de “La utilidad de los deseos”. De todos modos, yo no me puedo quejar, como me decía un amigo hace años, parece que todo lo ponen frente a mi casa: el centro comercial, el Metro y la Renfe.
No he hecho más que escribir el acrónimo “Renfe” y me ha aplastado la tristeza. Seguro que nos sucede a todos. ¡Cuánto dolor acumulado para un mes de julio! Ese dolor nacido en Santiago es otra de las razones de mi silencio de estos días. ¿Qué se puede decir ante una desgracia tan grande?. Poca cosa. No creo que haya consuelo para quien ha perdido a su padre, a su hija, a su hermano, a su pareja… ya sólo ponerse en su piel resulta insoportable. Desde aquí les envío a todos los que sufren toda la energía aliviadora que puedo acumular. Pero una vez enterrados los muertos hay que exigir justicia. Hay que luchar para que no haya más sufrimiento provocado por incompetencias. No más Madrid Arenas, no más descarrilamientos en Santiago. Ese dolor en Santiago no lo ha causado sólo el despiste de un maquinista. La angustia que perseguirá a este hombre toda su vida tampoco podemos ni imaginarla. La incompetencia está ahí, nos rodea, tenemos políticos basura, recortes en lo vital, decisiones egoístas sólo basadas en criterios mercantiles. Estamos asqueados. Me pregunto qué le sucede al ser humano cuando consigue un “cargo” para que se desnude de su decencia. Que caiga quien tenga que caer. Hay que gritar y exigir justicia y no conformarnos con la cabeza del maquinista, aquí hay muchos culpables, mucha irresponsabilidad, un servicio público que tiene un flujo de seres humanos diario de millones de personas no puede tener una curva de la muerte sólo bajo el control de un conductor. Es tercermundista. No digo más, los buenos periodistas y la justicia ya están haciendo su trabajo, y cuando ellos bajen el volumen de su voz, nosotros, el pueblo, debemos volver a gritar, no permitir que se eche tierra sobre lo sucedido, como ocurrió con el accidente del Metro de Valencia y está ocurriendo con el Madrid Arena. Que caigan cabezas de responsables de una vez o este país nunca, pero nunca, recuperará su propio respeto.
Pues sí que estás cabreada – veo que mi perra se ha sentado y me mira con sus enormes ojos negros.- Sí, Bardita, la palabra indignación es la más conjugada en los últimos tiempos y como no le pongamos freno a tanto sinvergüenza, lo será durante muchos años más. La indignación no es un sentimiento nuevo. Los que no votamos a los grandes partidos llevamos media vida indignados. Votamos a partidos pequeños en los que creemos y nuestro voto se lo lleva el viento. Ya está bien, hay que exigir que se cambie la ley electoral de una vez para que todos estemos representados. Tal vez así podamos construir entre todos un país más digno.
¿Ya te has quedado a gusto? – Barda vuelve a tumbarse y bosteza – No creas. Pero con estos calores mejor vamos a relajarnos. Además, mañana ya tendremos ocasión de enfadarnos de nuevo cuando vaya Rajoy al Senado, supuestamente a dar explicaciones sobre su amigo Bárcenas. No las dará, eso ya lo suponemos. Pero verle pasando un mal rato sin el parapeto de su tele de plasma consuela un poco. En fin, el humor que no nos falte. De momento – le digo a Bardita, que ya duerme, por si puede oírme desde su paraíso onírico – vamos a poner un poquito de buena música y mañana ya veremos.
Os dejo con una de tantas preciosas canciones de los Beatles. La música no hace desaparecer las tristezas, pero ensancha el alma.
