Cuando era pequeña quería ser bailarina. Después me empeñé en tocar la guitarra y cantar. Eso me llevó a la poesía y a escribir algunos versos que, afortunadamente, se perdieron. La adolescencia y sus avatares definieron mi camino. Las letras le dieron voz a mi forma de interpretar el mundo y al fin encontré la herramienta perfecta para hacerle preguntas al universo, hurgar en las entrañas de la humanidad y volver a ser niña frente a un papel en blanco. Desde entonces, la literatura ha sido mi refugio, mi sueño y mi ilusión. Esa ilusión aun no me ha abandonado.
- ¿Pero hoy no vamos a hablar de Cataluña? – Dice Bardita que juega a mis pies mordisqueando uno de sus juguetes de trapo.
- Mira, orejitas, estoy un poco harta de hablar del problema catalán.
- Vale, no te enfades, que te sofocas.
- Es que hay cosas que hacen que me hierva la sangre – le digo acercando el dedo índice a su negra trufa, como si ella tuviera alguna culpa – y también me decepcionan un poco, tengo que decir. Yo tenía en un pedestal al pueblo de Cataluña, pero se me han despeñado últimamente. Porque creer que este nacionalismo trasnochado va a preocuparse por los problemas del pueblo llano, es de una ingenuidad que espanta. Pobre juventud catalana, ¡cómo les han engañado!, les han vendido una moto con sidecar, como decíamos en los ochenta. ¿Quién puede creer en una revolución promovida por la alta burguesía? Es transparente que los movilizadores del independentismo sólo piensan en sus negocios, en su tres por ciento y en cómo colocar la pasta en paraísos fiscales. – Mi compañera de piso me mira complacida. Creo que le encantan mis calentones político-sociales.- Bueno, peluche, ya está bien, no me líes más, que hoy hemos abierto esta página para hablar de otra cosa – Bardita da un respingo y empieza a correr por la casa persiguiendo a dentelladas una mosca en pleno vuelo.
Como decía, antes de que mi perra me obligara a cambiar de tema, desde muy joven, la literatura ha estado en el centro de mis sueños y mis desafíos, pero la música siempre me ha acompañado. En mi casa conviven en armonía Bach y Leño, Eagles y Mozart, Foreigner y Albinoni. Hay una música para cada momento, y para canturrear en la cocina nada mejor que los Beatles, The mamas and the papas, Crosby, Stills, Nash and Young, o sus parientes españoles: Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Estos últimos, en mi humilde opinión, son el grupo vocal más fino del pop español. Y mira tú por dónde, y como por arte de magia, en plena madurez, he tenido la suerte de contar con el regalo de la amistad de uno de ellos: José María Guzmán.
De modo que cuando Ángel Cea, promotor infatigable del Centro Cultural Blas de Otero, me habló de su ambicioso proyecto, tardó poco en contagiarme su entusiasmo. Ángel llevaba tiempo madurando el sueño de hacer un musical alrededor de los temas de Guzmán y mi pluma se prestó con alegría a escribir el libreto. Ahora, después de un año de trabajo de muchos profesionales, el sueño está a punto de hacerse realidad.
El musical «El país de la luz» cuenta una historia sencilla, una historia que podría ser la de cualquiera de nosotros, la de alguien que ama, sueña y, a veces, pierde. Es la historia de un joven que vive en estos tiempos de incertidumbre y desempleo, alguien que está a punto de doblar una esquina. Una de esas que nos llevan hacia un lugar desconocido, al que sólo llegaremos saliendo de nosotros mismos. El musical es un canto al amor, a la amistad y sobre todo a la esperanza. Y no digo más, porque cuando me da por contar historias, me cuesta parar…
El estreno del musical está cercano en el tiempo y, para los que vivís en Madrid, también en el espacio. Será el día 25 de Noviembre en La Esfera de Alcobendas. Ese día la música lo llenará todo y para que no os perdáis, os daré un pequeño consejo: al entrar en La Esfera, no tenéis más que aguzar un poco el oído, seguir la melodía y en un rincón mágico, descubriréis “El país de la luz”
Daos prisa, las entradas están casi agotadas.
http://www.blasdeotero.org/