Hay que darse prisa, Bardita, mañana es el día del libro y tengo mucho que hacer. Esta tarde hemos dado un breve paseo porque con el fresquito que hace, dan ganas de meterse pronto en casa. Barda mueve el rabo contenta y me sigue sin rechistar. Es una perrita que sabe sacarle provecho a la vida. Igual disfruta un paseo que una buena siesta en la terraza. Tendríamos que aprender de los perros, de su nobleza y su inteligencia. Seguro que podrían darnos lecciones sobre muchos temas, incluido el fenómeno de la telepatía, porque no sé si le ocurre a todo el mundo, pero a mí esta perra me lee el pensamiento. Llevo toda la tarde dándole vueltas a un asunto delicado. Desde hace varios días veo que algunos autores, como fórmula de promoción, en estas fechas regalan sus novelas. Me parece muy triste. El arte no se debe regalar. Escribir una novela exige un intenso esfuerzo creativo, es un ejercicio a veces doloroso y en ocasiones frustrante, uno trepa por una ladera desconocida, a menudo sin vislumbrar ni de lejos la cumbre. Aunque por momentos nos acerque al paraíso y eso lo haga apasionante, escribir una novela siempre es un trabajo largo y complicado. Todo esto y mucho más he ido pensando durante el paseo, pero de mi boca no ha salido una palabra. Sin embargo, según entramos en casa, los enormes ojos negros de Barda me interrogan: ¿tú también vas a regalar tus libros?
No, peluda – digo cuando logro salir de mi asombro- definitivamente, no. Lo haría en un mundo llamado Utopía, ese mundo con el que muchos soñamos. Si alguna vez alcanzamos el grado de evolución suficiente, cada uno aportará a la sociedad sus conocimientos y sus habilidades. Regalaremos el arte, pero otros nos regalarán las barras de pan, el aceite y el transporte. Los escritores también comemos, también pagamos luz y gas, Ibi y dentista. Y veterinario, interrumpe Bardita. Eso – me agacho a rascarle detrás de las orejas-, y veterinario. Desgraciadamente Utopía es un lugar aun muy lejano y ni asoma por el horizonte en nuestro mundo. Como dice Marina, la protagonista de “La utilidad de los deseos” El mundo que no deja de avanzar, cinco pasos adelante, cuatro pasos hacia atrás.
Está decidido, no voy a regalar mis novelas, pero sí os animo a comprar libros, los míos o los de otros. El libro es el mejor regalo que se puede hacer. Cuando te regalan un libro, te dan una llave que abre la puerta al conocimiento. Al otro lado, te espera un niño travieso para mostrarte juegos desconocidos y ciudades mágicas. Te asomarás a pueblos imposibles y entre sus alegres callejuelas, tal vez una vieja indómita te descubra secretos olvidados. Al abrir las páginas de un libro, cualquier cosa podría suceder, incluso la más hermosa, como acercarte más al personaje que llevas dentro y con el que compartes ilusiones todos los días de tu vida.
Hemos llegado al estudio y veo que a Bardita se le abre la boca a conciencia y se tumba de medio lado. Creo que voy a dormir un rato, dice. Por cierto – levanta un momento la cabeza y continúa-: hoy te veo poco peleona, ni una palabra sobre la Cospedal, ni el Urdangarín… a ver si te vas a volver una blanda. Me río para mis adentros y me pregunto si tendrá algo de razón. No, Bardita – respondo-, es que estoy como la mitad de los españoles: saturada, como un pozo al que le está llegando la mierda al brocal. Estoy al borde de la extenuación socio-política. Cuando este país explote y hagamos la revolución, ahí estaré – digo alzando el dedo hacia el techo – hasta entonces, trataré de sobrevivir con dignidad. Al bajar la vista descubro que Bardita tiene ya alguna pata en el reino de los sueños caninos. Dignidad – murmura desde la lejanía- qué palabra más bonita. Y ya no dice más.
Mientras ella trota por sus praderas oníricas me dispongo a seguir mis propios sueños. Enciendo el portátil y al tiempo que se va iluminando la pantalla, veo salir de las estanterías llenas de libros a duendes y asesinos en serie, jorobados y conejos que hablan, tristes enamorados y búhos sabios que observan la noche. Me dejo envolver por toda esa magia y entro despacio en mi propio País de las Maravillas. En un instante, caigo por el hueco del árbol y empiezo a escribir.
Feliz día del libro. Os invito a una cata de cuentos, tres de los incluidos en el libro “Una nave de sexo y ficciones” Bon appétit.