Estos días, los abuelos de muchos de nosotros, se remueven en sus tumbas: República, República, casi puedo oír sus gritos. En su época, a España le robaron la oportunidad de convertirse en un país culto, laico y participativo. Ahora, aunque la distancia histórica es abismal, también estamos perdiendo una oportunidad de oro: mandar a las sombras a una institución caduca y corrupta. Los republicanos, que somos un número mayor de lo que los políticos quieren dejar entrever, sentimos cada vez más la impotencia de tener unos gobernantes que desprecian a la ciudadanía. Ellos modifican la Constitución a su antojo sin pedir permiso a nadie y nos niegan el derecho a un referéndum sobre algo tan vital como elegir a nuestro jefe de estado. No sé a qué viene tanto miedo. El miedo sólo es una herramienta en manos de gobernantes incompetentes, una herramienta que saben utilizar con habilidad. Tiempo atrás el miedo tenía fundamentos sólidos, hoy no. Pertenezco a la generación que tuvo la suerte de ser testigo de la transición española. Entonces había miedo. Mucho miedo. Incluso estando ya avanzada la construcción de la democracia, los más jóvenes salíamos con el DNI trabado en los dientes. Los cachorros fascistas paseaban por Madrid tratando de imponer su ley del terror. La ira que reflejaban sus rostros no dejaba lugar a dudas del poder que les estaban arrebatando. Les plantábamos cara con la fuerza que da la juventud y el respaldo del naciente estado de derecho, aun así España vivía bajo la amenaza del golpismo y del regreso al fascismo. Ahora, muchos años después, el enemigo del pueblo tiene otros nombres: mercados, FMI, corrupción, dictadura de las multinacionales… – ¡Cuántos nombres!– exclama Bardita que está tumbada frente a mí jugando con un mordedor canino. – Mi enemiga – continúa – sólo tiene un nombre y no te lo digo porque me pongo de mal humor con sólo mencionarlo –. Sonrío con disimulo. No quiero que piense que sus problemas me parecen poca cosa. – Sabes lo que te digo, Bardita, que en realidad el enemigo del ciudadano español también tiene un sólo nombre: egoísmo.
Nada más decirlo, me doy cuenta de que es la palabra clave, en realidad. El capitalismo salvaje que nos está devorando, se resume en eso: egoísmo puro. Mis empresas, mis esclavos, mis sueldazos, mis puertas giratorias, mis sobrecitos, mis cuentas en paraísos fiscales y mis privilegios sobre el resto de los ciudadanos. Un asco. – ¿Y todo eso lo resolverá la República? – pregunta Barda alzando la cabeza desafiante –. – Claro que no, peluche, pero convertir nuestro país en una república es una reivindicación que curaría algunas heridas. ¿Recuerdas aquello que te conté del franquismo?.- Bardita mueve la cabeza arriba y abajo y bosteza, creo que empieza a aburrirse. – Es ridículo mantener una monarquía en pleno siglo veintiuno, un jefe de estado con puesto hereditario, ¡manda narices! – me levanto indignada y voy hacia la cocina a buscar algo bebible. Sigo con mi perorata dando voces para que mi perra pueda escucharme – y más teniendo en cuenta que nos la impuso un dictador, los ciudadanos no la elegimos. Además, nos gobiernan como si fuéramos niños de pecho y nos faltan al respeto constantemente. Queremos votar, queremos opinar, queremos participar. La revuelta será cada vez más multitudinaria si no escuchan a los ciudadanos. Desde luego, el PSOE se va a ir al traste porque la mayor parte de sus votantes son republicanos. Las urnas les harán justicia y el partido terminará desapareciendo. Se les estará bien empleado –. Regreso con una cerveza en la mano y veo que he estado hablando sola.
Bardita se ha dormido, no sé si extenuada con tanta matraca política o si arrastrada por su propia naturaleza de vaga, re-vaga. Sea como sea, su paz me devuelve la mía. Me marcho de puntillas a mi estudio para centrarme en lo mío, en la realidad vital que he elegido: contar las historias que el universo me susurra al oído, dejar constancia de que estuve aquí y tratar de poner mi grano de arena para que este mundo sea un poco mejor. Ya sabéis, debemos hacer lo que podamos «Hasta que regresemos a las estrellas«.
Felices sueños republicanos.
