Sobre el libro digital hay opiniones para todos los gustos. En esto, y sin que sirva de precedente, yo me decanto por el término medio. Creo que los dos formatos pueden
convivir en nuestras mesillas de noche. Al menos por un tiempo. El romanticismo del libro en papel está insertado en nuestra genética cultural. En la mía, desde luego, lo está. Aquello de acariciarlo, olerlo y verlo envejecer. Entiendo muy bien ese sentir. Pero creo que pronto será superado por lo ecológico y manejable que es lo digital. Tampoco antes nos gustaban los teléfonos móviles. Y mira tú ahora, se te olvida el móvil en casa y pasas el día con taquicardia.
Yo creo que, dejando a un lado el medio, lo importante es leer. Lo que importa es el sueño, la fantasía y el ansia de saber. La magia de volar a otros mundos, entrar en otras vidas y vislumbrar pesares ajenos. Lo que importa es ir tras las andanzas de un personaje y desenterrar misterios olvidados. Soñar la vida que podría ser y descolgarse de las
tristezas del mundo. A los que tenemos la suerte de disfrutar de ese placer, el tener en las manos un paquete de hojas encuadernadas o un dispositivo electrónico, a la larga, nos dará igual. Así lo veo yo. Y seguramente todos los afortunados que nos dejamos arrastrar por una nube fantástica a cielos desconocidos.
Pero qué cursi te pones – me dice Bardita con la mirada -. Está tumbada a mi lado, hecha una rosquilla, no sé si a punto de dormir o si saliendo de una cabezada. La vida de esta perrita es un constante ir y venir por un canino submundo onírico. Qué felicidad la suya. El caso es que esta mañana, aunque esté dormida, sigue atenta mis reflexiones. Y es que esto de lo digital no lo termina de asimilar. Lo de verme leer en la cama bajo el peso de un buen tocho en la mano, lo tiene hace mucho asumido. Mi biblioteca la tiene más que olida, y que haya por toda la casa libros y revistas, para ella es natural. Pero este otro asunto, aun no lo ve claro. Venga, le digo, te lo voy a explicar. Barda, Bardita se sienta a mis pies y pone tiesas sus ya puntiagudas orejas para escucharme. Es como lo de tus rastros, le cuento, imagina que sigues el rastro de una salchicha – se relame –. Corres por el césped y
la persigues y hay un punto en el que el rastro se divide en dos. Vas tras uno de ellos, das la vuelta a un árbol y ahí está, una salchicha deliciosa, pero gigante. Tratas de llevarte la salchicha pero pesa como un muerto y cuesta un pastón. Recuerdas de pronto el otro rastro, das media vuelta y siguiendo el otro camino encuentras una salchicha más manejable que alimenta lo mismo y te cuesta mucho menos. ¿Comprendes?. Le pregunto, pero ella sigue relamiéndose. Pues esto es lo mismo. Vas buscando una buena lectura y das un paseo por la red. De pronto te encuentras con Una nave de sexo y ficciones, metes el hocico un par de veces y te la llevas en digital. Más rápido y más ecológico. Te sale más barato y pesa menos. Barda abandona sus obsesiones triperas y deja de relamerse. Su lado curioso me interroga con la mirada: ¿Y por qué no lo hacen todos los demás?. Aun eres
muy joven – le acaricio la cabeza – ya aprenderás que en este país vamos siempre un poco lentos. Aquí nos cuesta mucho asumir las modernidades. Pero ya verás, cuando nos lancemos seremos el número uno en lo digital. ¡Ah!, ya me dejas más tranquila. Exclama y se vuelve a hacer una rosca para dormir.
Es lo bueno que tienen los seres sencillos. No se complican la vida.