He seguido la polémica que rodea a los manifiestos del 8 M con asombro y decepción. El movimiento feminista, uno de los más nobles y necesarios del mundo mundial, como dirían Gomaespuma, se está dejando enredar en asuntos de minorías que terminarán destruyéndolo. Y me juego algo a que, como siempre ocurre con los temas sociales, la derechaza de nuestro querido país se está frotando las manos, y no para lavarse bien y prevenir el coronavirus. ¡Manda narices! Soy muy fan de la libertad, la apoyo y la ejerzo, y la diversidad me parece un bien precioso; pero que, en los días previos al Día Internacional de la Mujer, en algunos debates lo más relevante haya sido el derecho de los trans a mantener el pito o no, me estropea un poco el día. Con un número brutal de mujeres asesinadas, una persistente desigualdad salarial, violaciones a tutiplén, la prostitución en auge con una trata de blancas que da arcadas en el mundo entero, que en el manifiesto se hable del derecho a disfrutar de nuestros cuerpos, pues la verdad, da un poco de vergüenza. Creo que eso se da por supuesto. Y aviso a navegantes: a quien se le ocurra decirme que soy «cis», le arreo con el bolso.
- Creo que no deberías estar tan informada y vivir la vida con más relajación– dice Bardita, que está triste porque se ha ido su amigo Cotufito al cielo de los perros.
- Tienes razón, peluche, vamos a centrarnos en lo importante, en nuestras cosas y dejar ciertos debates que no nos interesan para otras y otros.
En realidad, venía a hablar de la necesidad de ser independientes. La mejor fórmula para alcanzar la liberación de la mujer es que todos, hombres y mujeres, disfrutemos en nuestro día a día de un alto grado de independencia. Al contrario de lo que muchos puedan pensar, ser independiente no convierte a un ser humano en asocial, insolidario ni egoísta. Ni mucho menos. Elegir estar solo o acompañado, elegir ir al encuentro de los otros o quedarse en casa en compañía de un buen libro, ir aquí o allá sin pedirle permiso a nadie, son derechos fundamentales. Siendo independientes vivimos y amamos mejor. Para ello, las mujeres deberíamos tener coche propio.
- Si ya no caben más coches en las ciudades – dice Bardita.
- Ya lo sé, lo del coche es metafórico. Como la habitación propia que reivindicaba Virginia Wolf, ese espacio emocional y físico necesario para escribir y sencillamente ser.
- No, si yo lo decía porque te van a apedrear los ecologistas, eso si te dejan escapar los trans.
- Bobadas, recuerda que tenemos libertad de expresión.
- Ya – mi perra estira el cuello hacia el techo y por un momento creo que va a transformarse en jirafa –, menos mal que no trabajas en la Sexta, porque Cayetana Álvarez de Toledo tendría algo que decir al respecto.
- No me hables de la marquesa que me amargas el día, peluche.
Bardita se marcha riendo por lo bajinis como el perro pulgoso. Ahora irá a meditar, tal vez sobre la estupidez humana. Temario no le faltará.
Queridos míos y mías aquí pongo el punto y aparte, espero que disfrutéis la fiesta llena de energía que es el Día Internacional de la Mujer. Este día que todos deseamos que siga siendo una herramienta fértil para avanzar hacia un mundo más justo.
¡A vivir y a soñar, que son dos días!