Soy poco amiga del “día de”, pero en este caso, me sumo, me multiplico, me hiperbolizo y lo que sea menester. Al Día Internacional Contra la Violencia de Género, le deseo una corta vida y que pronto miremos atrás y nos sorprenda que alguna vez hubiera razones para su existencia.
- Amén – dice Bardita bostezando.
- Duerme, peluche, que hay poco más que decir. Con este frío lo mejor es hacerse un ovillo y dormir.
Dicho y hecho, como ya sabéis, mi perra es muy obediente cuando se trata de los placeres sencillos de la vida. Aquí va un cuento para celebrar que, al menos, estamos tomando conciencia. El relato ya tiene tiempo y está incluido en el libro: “Una nave de sexo y ficciones” que se publicó hace algunos años. Espero que os guste. Feliz día.
EL MEJOR TÉ
Vaya olor a pies. Apesta. Y mira que le tiro indirectas para que se cambie los calcetines. Si hasta le pongo un par limpio en la mesilla cada día. Pero como si nada. Un marrano. Eso es lo que es. Ya lo era cuando me casé con él, ¡maldito el día! Y sigue siéndolo. Claro, no iba a cambiar en eso. Menudo milagro. Si en todo no ha hecho más que ir para atrás. Como los cangrejos. Estaría bueno que en esto hubiera mejorado. Un cochino. Y cada día más. Y yo venga a limpiar. Para nada. Para llegar a casa y ver que él lo ha llenado todo de mierda. Qué silencio. La televisión está apagada. No debe haber fútbol. Hoy le toca siesta. Seguro. Sí. Ahí están sus resoplidos. ¿Cómo podrá? Con este día de primavera. Un jodido vago es lo que es. Miedo me da asomarme al salón. Sólo imaginarlo me descompone. Pero habrá que entrar. Míralo, todo patas arriba, como siempre. El plato aun en la mesa con los restos de comida. Qué guarro el tío. Y la botella de vino liquidada. Dios mío, ¿cómo podrá beber tanto? Qué raro, no está en el sillón. Dónde se habrá metido esta calamidad. Vaya, se ha tumbado en la terraza. Con lo peligroso que es sin la barandilla. Y se echa ahí, sobre los escombros de la obra. Está chalado este hombre. Habrá ido buscando el sol, el muy imbécil. La pena es que no se dé media vuelta en un mal sueño y se caiga los seis pisos abajo. Buen pedo habrá cogido para ir a tirarse ahí de mala manera. Y el día no ha hecho más que empezar. Cuando se levante, soltará algún gruñido y marchará al bar, de cabeza. Dirá: adiós bruja. Porque ya no me llama Adela. Siempre bruja. Tal vez ha olvidado mi nombre. No me extrañaría, embotado debe tener el cerebro. Saldrá de casa con un portazo; la pobre puerta, que un día va a sacar de su sitio. Pasará la noche en el bar, llenándose de cubalibres. Y volverá borracho. Y querrá jaleo. Menos mal que yo estaré en la cama. Lo malo es si viene con ganas de sobarme. Porque para otra cosa ya no vale. Y si se acerca, hoy no sé qué haría. Dios mío que no se acerque. Porque no podré con ello. Aún tengo señales de la última paliza. Una mala bestia. Eso es lo que es. Se lo podía llevar la muerte. Para lo que pinta. Mejor no pensar. Recogeré la compra y después ya veremos. La cocina también está patas arriba. Qué desastre. Y eso que le dejo la comida hecha. Sólo para calentar. En fin. Vaciaré las bolsas. Vaya judías buenas que he comprado. Este Fermín tiene lo mejor del mercado. Y mira qué manzanas que huelen a gloria. Me prepararé un té. Mi mejor momento. Mi té en la cocina. Con el sol escondiéndose. Bien me lo gano. Todo el santo día limpiando en casas ajenas. Destrozadas tengo las manos. Y menos mal que soy fuerte. Que otra se habría venido abajo. Tanto trabajar, para encontrarse a este pedazo de cabrón en casa. ¡Joder!. Qué mierda de vida. Pondré el agua a calentar. Mientras hierve, echaré un vistazo al energúmeno. A ver si con suerte no despierta y me deja tranquila este ratito. Sí. Míralo. Ahí está, resoplando. Y sin pantalones. Otra vez ha roto los calzoncillos. Qué costumbre. Para hacer esos agujeros, debe rascarse con fuerza. El muy cerdo. Qué asco de vida. Iré a hacer el té. Mi té al limón. Una rodajita de limón que da un gusto estupendo. Lo cubriré para que repose. Vaya ronquidos que se le escapan, hasta aquí se oyen. Ni el rato del té me dejará tranquila. Cerraré la puerta. No. Mejor iré y le echaré algo por la cabeza. A ver si con suerte se ahoga. Cogeré una sábana del armario. Qué pena, madre mía. Ni la cama hace este hombre. Vergüenza tendría que darle. Cuando se levanta debe ir de cabeza al bar. Seguro que ni se lava. Por lo mal que huele. Esta sábana vieja servirá. Se la echaré encima. Y le cubriré la cara. Para no oírlo por un rato. Aunque ahora está callado. Le pondré la sábana de todos modos. Ya está. ¡Mierda! Parece que se mueve. No despiertes, por favor. Menos mal, sólo está soñando. Pero es un sueño inquieto. Está moviéndose mucho. Habrá notado la sábana. Sí. Intenta quitársela de encima. Se voltea. Ha quedado al borde del vacío. Enrollado en la sábana. Pero la cara descubierta. ¡Joder! Ha abierto los ojos. Y me mira. Qué ojos vidriosos. De borracho. Da miedo. Pero está dormido, seguro. Si no, habría dicho algo. Cualquier burrada. Se da la vuelta para no verme. ¡Lo hace para el lado del vacío! Y no puedo hacer nada. Ni quiero. Sólo agarrar la sábana. La sujeto con fuerza y él rueda y desaparece de mi vista. El estómago se me ha puesto en la boca. Aprieto la sábana en la mano. Creo que he oído el golpe. O tal vez lo he imaginado. No importa. No voy a asomarme. Las piernas me tiemblan. El sol se está escondiendo. Se oye un avión lejano. Y mi vecina Elena riega los tiestos. Tal vez ha visto algo. No importa. Ahora no quiero pensar. Creo que iré a tomarme el té. No va a fastidiarme el té este hombre. El único buen momento del día. Lo tomaré y después pensaré. Tal vez baje a la calle. Para ver cómo se lo llevan. Y contarles que debía estar borracho. Que siempre estaba borracho. Sí, eso haré. Pero primero el té al limón. El mejor de mi vida.