Escribir para nadie, produce espanto. Por eso, animada por mi larga experiencia laboral, he tratado de añadir un punto de suscripción en el blog. Aun no sé si con éxito. Se ve que esa larga experiencia es como el que tiene un tío en Alcalá. Con el cacharreo infomático, voluntad nunca me ha faltado.
Pero está claro que he perdido músculo. En fin, es lo que tiene la falta de práctica. Eso sí, con suscriptores o no, sé que mi amiga Inma, dueña de la dulce Luna, me lee. La menciono porque viene a cuento de las cifras del paro que acabo de leer en la prensa. Yo, afortunada de mí, me he visto libre del trabajo asalariado, al menos de momento. Sin embargo, mi alma de trabajadora me hace asomarme una
y otra vez a la realidad de mis congéneres. Es un tema que me toca el corazón. En La utilidad de los deseos, sin ir más lejos, el mundillo laboral es uno de los paisajes de la historia.
Como decía, mi amiga Inma busca trabajo. Como tantos españoles. A ella en concreto, yo la contrataba, lo juro, tiene pinta de ser super eficiente. Buen currículum y mejor disposición. Seguro que como muchos españoles. Lo triste es que todas las ofertas que le han hecho han sido penosas. Estamos entrando en un nuevo Orden de las Cosas y las ofertas de empleo andan rozando lo indigno sin disimulo. Es lo que hay. Trabaje usted un mínimo de cincuenta horas semanales, por el módico salario de quinientos euros. No exagero. Los parados que andan haciendo entrevistas pueden dar fe. Porque mira que esta crisis podría ser una oportunidad de cambiar el Orden de las Cosas para bien. Pues no,
teniendo en cuenta el egoísmo del género humano iremos a peor. Ya vamos a peor. La tendencia es el esclavismo laboral y los sueldos de miseria. Eso sí, suficientes para consumir y consumir y consumir, que si no, el gran monstruo capitalista no funciona. Todo esto para que unos señores, cuyos nombres no conocemos bien, se forren y se
atrincheren en sus yates y mansiones. Como está mandado. Como mandan los Mercados, así, en mayúsculas. Los Mercados, que en realidad son los que cortan el bacalao. Y si no, que se lo pregunten a Papandreu. Mira que querer preguntarle al pueblo su opinión. A nadie se le ocurre.
El asunto de los Mercados me pone de mal humor. Mi querida Bardita, que capta el más mínimo cambio en mis vibraciones energéticas, viene rauda a preguntar qué me pasa. A
ver ahora cómo le cuento yo qué es eso de los Mercados. Se sienta frente a mi y me pongo a ello. Barda, Bardita gira la cabeza hacia un lado y hacia otro mientras hablo, como hace siempre que se esfuerza en comprender. Finalmente creo que se da por vencida. Agacha las orejas y se tumba, que es el formato perruno en el que se siente más cómoda. De pronto da un respingo y se vuelve a sentar. Creo que ha tenido un ataque de inspiración. Y digo yo – parece querer decirme-, que por qué no os cambiáis las cosas como se hacía antes: Yo te doy una chuche y tú me das tus palitos, ya sabes, lo de siempre. Pues eso pienso yo también -le respondo-, que mejor nos iría con la vuelta al trueque. Lo del trueque creo que le ha gustado y mueve el rabo contenta. Mete el hociquillo en el montón de sus juguetes y
trae una pelotita en la boca.
Qué grandes ideas tienes -le digo-. Ignoremos un rato los dramas de nuestros tiempos y divirtámonos.
Hola compañera:
Me parece que la radio está perdiendo mucha audiencia últimamente entre la prima, el rescate y los políticos y banqueros. Dentro de treinta años nos verán y leerán como nosotros vemos los documentales del crack y leemos las novelas de entonces. Hasta tendremos misterio y glamour y vaya usted a saber, igual hasta aprende algo este estúpido género humano y ata más corto a los banqueros y los poderosos. Mientras tanto siempre nos queda… no Paris, sino las terrazas para tomarnos una caña.
Hola Teresa: Acabo de ver tu comentario. Eso, eso la caña en la terraza es la tarea fundamental en el verano.