Un amigo que suele leer este blog, me dijo el otro día que estoy muy callada. A continuación vino una pregunta: ¿no habrás dejado de escribir?. La respuesta fue rápida y concisa: Por supuesto que no. Aunque hay momentos en los que lo mandaríamos todo a la porra. A todos nos ha sucedido alguna vez, y más en estos tiempos en los que parece que sólo la mediocridad y la desvergüenza triunfan. Sin embargo, para paliar esos impulsos hay un buen antídoto: la pasión. Sentir que lo que hacemos es lo más importante del planeta. Cantar, ser un buen padre, reivindicar nuestros derechos, cuidar a los enfermos, educar… Cualquier actividad humana que nos haga levantarnos cada mañana con los ojos iluminados, vale la pena. Lo importante es sentir esa ilusión, esa necesidad, eso sin lo que seríamos un cadáver andante. Escribir llena mi vida. Es una afirmación rotunda, sin fisuras, escribir es una labor que no está sometida a debate, ni le afectan los vaivenes de la vida. Sencillamente, esto es lo que hago. Así que sí, aquí sigo. Escribiendo, viviendo y respirando, que para mí son la misma cosa.
-¿Y yo no te importo, o qué?- la voz de Barda llega desde el suelo. Está echada a mis pies. -Pero Bardita ¿cómo puedes decir esa tontería?– digo acercando la mano para hacerle una carantoña -Escribir llena mi vida porque existes tú, el resto de la familia, los amigos y los amantes. Nada tendría sentido sin vosotros, ya lo sabes. Creo que el calor te está afectando demasiado-. -Tienes razón-, dice sentándose y besuqueándome los pies.
Esto del calor nos tiene derrotados. Y lo más triste es que la caldera va a seguir subiendo año a año. España arde y no de indignación, como debería. Eso sí que me entristece: ver cómo este hermoso país se convierte en un desierto. Es una pena, y aun estos gobernantes que tenemos que sufrir, le vuelven abrir la puerta al ladrillo, con la nueva Ley de Montes. ¡No tienen vergüenza! -Ten cuidadín con lo que dices- Barda, de pronto, habla en voz baja y mira a su alrededor –Que con eso de la Ley Mordaza, a ver si vamos a terminar en el trullo-. -Pues yo no pienso callarme- digo agachándome para rascarle debajo de la barbilla -ya nací en una dictadura, no tengo ganas de morir en otra. Espero que esta ley tenga fecha de caducidad, la de las próximas elecciones.
Barda vuelve a tumbarse, aunque sé que aun tiene alguna preocupación que compartir. Yo acaricio el teclado dispuesta a seguir con mis tareas, pero le hago un gesto con la cabeza para que arranque de una vez. Ya sabéis, en las relaciones estables, las palabras sobran. -Dicen en el barrio que a ver si nos va a pasar lo que a Grecia. Creo que deberíamos empezar a sacar pasta del cajero, por si las moscas… -. -Tú tranqui- le digo sonriendo- no hagas caso a tus colegas y duerme un poco-. Dicho y hecho, cuando se trata de dormir, la obediencia de esta perra es inigualable. La verdad es que me da pereza hablar sobre Grecia. Sé que me subirá el calor por mucho que al tiempo haga “ohm” y trate de meditar en la postura del loto. Aunque en realidad no hay nada sorprendente: la mafia de los banqueros, usureros, multinacionales y demás negocios sucios que gobiernan Europa no iban a permitir que un pueblo eligiera su destino. Ohm.
En fin, haremos lo que podamos contra tanta insensatez y egoísmo. Confiemos en que vengan tiempos más lúcidos y los ciudadanos del mundo lo transformemos todo. La verdad es que en este país lo tenemos muy difícil. Viendo los descerebrados que aun son masa en las fiestas salvajes del verano, no hay que hacerse ilusiones. Un año más, la sangre de los inocentes empapa las tierras de España. Un año más tenemos que asistir a la barbarie, desde los San Fermines, a los encierros de San Sebastián de los Reyes, pasando por tantas otras fiestas despreciables. Un año más, presenciar el sufrimiento de esos pobres animales, ver la agonía y el calvario al que les somete una pandilla de tarados. Los españoles del futuro se avergonzarán de los gañanes que aun pueblan esta tierra en el siglo veintiuno.
Barda ya duerme plácidamente, indiferente a la crueldad de algunos humanos. Me gusta sentir cerca su suave respiración. Me da paz. Su serena energía le da sosiego a mi vida y a mis letras. Os deseo que este verano encontréis un buen lugar para descansar y si, como yo, no podéis abandonar ni por un momento vuestras ocupaciones, espero que disfrutéis y os visiten los duendes de la inspiración.
Feliz verano.