Estamos viviendo un fin de ciclo y al fin se llevan al dictador del Valle de los Caídos. Los tiempos están cambiando y hay que renovarse. Este blog intentará hacerlo también, pero lo voy a dejar para el año que viene. De momento me conformaré con asomarme de vez en cuando y dar cuatro voces. Porque aún respiro, aunque no haga mucho ruido. La verdad es que llevo unos meses complicados; he sido torturada por el maldito herpes zóster, un villano que se enganchó a mi costado la pasada primavera. Para los amantes del misterio, diré que el herpes brotó exactamente el día cinco de abril, el aniversario de la muerte de mi hermana Marina. Los cuerpos son sabios y el olvido nunca llega. El bichito salvaje apodado la culebrilla ha adornado mi bella figura durante seis meses. ¡La leche! qué sex appeal debo tener. Luego, para que siguiera entretenida, a Bardita no se le ocurrió otra cosa que sufrir una rotura de ligamentos.
- A ver lo que dices, que te oigo – dice Barda, que se chupetea una pata tirada en una de sus camas – ni que lo hubiera hecho a propósito, pues muy bien no lo he pasado, la verdad.
- Ya lo sé, peluche, es una forma de hablar.
Como iba diciendo, entre el herpes, la cirugía, la rehabilitación y las noches sin dormir, el blog ha estado esperando su momento. Y no es por falta de ganas ni de temas, porque mira que hay telita que cortar. Menuda temporada llevamos.
Tengo que decir que, sobre Cataluña, prefiero no hablar mucho. Me produce una honda tristeza. Un pueblo que ha sido arrastrado a una situación insoportable por culpa de unos, por venderles humo, y de otros, por no haber escuchado y haber permitido que la bola creciera y creciera. Reconozco que poseo una incapacidad casi genética para comprender los nacionalismos y los patrioterismos de cualquier tipo. Tengo una mentalidad de ciudadana del mundo, casi cósmica y nadie en este planeta podrá convencerme de que existe una sola bandera que me represente ni que se ondee para defender mis intereses. Las banderas son trapos que benefician casi siempre a castas poderosas. Yo me siento muy realizada sin bandera. Lo más triste de todo esto es que en Cataluña se ha repartido odio para varias generaciones. Y como en España ya vamos sobrados de eso, de odio y de mala leche, como dice el refrán, si éramos pocos parió la abuela.
Sobre las nuevas elecciones, poco hay que decir, voy regalando insultos a diestra y siniestra, sobre todo a siniestra, tiene pinta de que por su culpita terminaremos cantando el “Cara al sol”.
- Pero vamos a ver, ¿hoy no estábamos de fiesta? – mi perra alza las orejas y clava sus enormes ojos negros en mí.
Es verdad, Barda tiene razón. Para una alegría política que tenemos, hay que disfrutarla. Al fin se llevan a la momia del genocida a otra parte. Nuestros abuelos republicanos aplauden desde sus tumbas y yo brindo porque al fin le saquen del mausoleo que pisotea la dignidad de los que asesinó. Celebro este momento por mi familia, por mis padres y los de tantos, que vivieron una guerra y una posguerra terribles y muchos años de silencio y lucha. Lo celebro por todo el sufrimiento que Franco causó a los españoles, durante generaciones, convirtiendo este hermoso y soleado país en el más ignorante y gris que nadie pudiera haber soñado. Por eso alzo mi copa y brindo por este pequeño respiro justiciero.
- Menos brindis y más trabajar – Bardita se levanta y se aleja despacio por el pasillo – a este paso tu nueva novela también va a coger moho.
Mi perra tiene razón. Hoy es un gran día y pienso celebrarlo. Y una buena forma es añadiendo líneas y párrafos a la novela que se está haciendo desear. Aunque espero que, como a otras cosas, también le llegue su momento.
En un día como hoy se echa de menos a Forges.
Feliz día de la exhumación