Este verano ha sido largo y caluroso, pero al fin estamos teniendo días fresquitos.
- Pues menos mal – dice Bardita- porque con el calentón que va creciendo entre el gobierno de España y la Generalitat, cualquier día salimos ardiendo.
- Tienes razón, aunque algunos esperamos que se imponga el sentido común. Tú no te preocupes, peluche. – Le acaricio la cabeza intentando tranquilizarla porque lleva unos días alterada y, a la menor, corre de una terraza a otra de la casa con las orejas y el rabo enhiestos.
La verdad es que este asunto se les está yendo de las manos. No es de extrañar, con la vena fascistoide que el Partido Popular es incapaz de dejar atrás, tenemos el conflicto asegurado. A mí, que soy una ciudadana del mundo, los nacionalismos y patrioterismos, como no me canso de decir, me parecen algo un poco atrasado y pueblerino. Pero allá cada cual. Lo que sí es más que evidente es que la derecha catalana está cortada por el mismo patrón que la derecha del resto del país. Sólo les interesa hacer negocios redondos y controlar la pasta. Para mí son el mismo perro con diferente collar. Lo asombroso es que la izquierda catalana entre al trapo en tan evidente engaño. Aunque teniendo un gobierno como el que tenemos ahora mismo en España, quién no querría independizarse. Ay, Marianete, nos has metido en un buen lío. Pasar tantos años escondido detrás del plasma y con tapones en los oídos tiene sus consecuencias.
- A mí me parece que los humanos no termináis de aprender – dice Barda ahuecando con las patas su cama canina para echarse una siestecita – Siempre estáis peleando por tonterías y mientras tanto os birlan la caza y las chuches.
- ¡Cuánta razón tienes! pequeña. Nos la cuelan por todas partes. Nos entretienen con el conflicto catalán mientras nos roban millones de euros del rescate a la banca y se incendian sospechosamente juzgados que investigan al PP. Así somos de ingenuos, ellos enarbolan banderitas y nosotros seguimos aguantando precariedad laboral y un infinito número de iniquidades. El ser humano es así, le das una bandera y se queda pegado al argumentario de otros. Pero qué le vamos a hacer Bardita…
Miro hacia la cama perruna, a mis pies, y veo que mi querida compañera se ha quedado dormida. Es un ser feliz, definitivamente. ¡Quién fuera Barda! A veces me pregunto si alcanzaremos algún día el equilibrio que poseen los seres más inocentes. Parece difícil, y entristece ver que aún la violencia y el bicho asustado y cruel que el ser humano lleva dentro se adueña de él con facilidad. Parece difícil que logremos vivir en paz y armonía y, sin embargo, yo me niego a renunciar a la esperanza. Por eso escribo y sigo haciéndolo, aunque sean malos tiempos para la cultura. Escribo porque escribir es vida. Porque es una forma de valorar nuestro mundo y a nuestra gente; es un truco para condenar a la eternidad todo lo que hemos amado, lo que nos rodea y nuestra forma de entenderlo. Escribir es vivir. Y volver a vivir. Es una forma de reivindicarnos. Escribir nos permite mantener nuestros sueños y a nuestros ancestros en pie: ahí están, sonriendo, llaman a la puerta y vienen con sus chismes para que los narremos. Ya voy. No dejaré que alcancéis el olvido.
Feliz independencia y contra-independencia.
