Me gusta el otoño. Es una estación colorida y misteriosa, un tiempo de agua y reflexión.
– Al que le debe gustar el otoño es al que le han dado el Premio Planeta, ¿no te parece? – Bardita interrumpe mi discurso mientras rasca con energía una de sus puntiagudas orejas -. Con la pasta del premio, tiene la pensión asegurada.
– Pues que lo disfrute, seguro que bien se lo ha ganado. Sólo los escritores sabemos el trabajo que hay detrás de una novela.
– Y yo también lo sé – parece resignada – por lo pesada que te pones…
– Bueno, peluche, déjame trabajar.
– No, si yo lo decía porque ya es casualidad, que siempre sean hombres los que ganan el Planeta.
Barda tiene razón. Sé que lo dice un poco para fastidiarme porque hoy he acortado su paseo. He sentido la urgencia de poner negro sobre blanco un párrafo que me han chivado los duendes en pleno parque. Pero, desde luego, sus palabras son muy acertadas, el Premio Planeta, es una más entre las realidades señaladas con la cruz del machismo. Cerca del ochenta por ciento de los primeros premios han sido otorgados a hombres en los sesenta y siete años del premio. El machismo lo impregna todo en nuestra sociedad, y en el mundo de la cultura, donde hay mucho amiguismo, por desgracia, no salimos de esa norma.
Nuestra sociedad cojea de muchas patas y el machismo es una de las más evidentes y dañinas. Ya lo he dicho muchas veces, pero no me importa repetirme, cuando el ser humano se feminice, la vida en este planeta y la convivencia ganarán calidad y la violencia perderá protagonismo. Eso si para entonces el planeta no nos ha expulsado como a una bacteria peligrosa, que es lo que somos para él.
– Pues vaya humor que tienes hoy – dice Bardita preparando con las patas su cama canina -. Mejor me duermo.
– Eso, déjame un rato sola, a ver si me desahogo.
Dicho y hecho, Barda no tarda ni medio minuto en quedarse dormida. Es un ser feliz. Nosotros, sin embargo, no hacemos más que ponernos piedras en el camino. Estamos viviendo tiempos de cambio y en muchos aspectos el cambio es a peor. El auge del fascismo da escalofríos. Sobre todo, cuando llega al poder con el voto de la población, como acaba de suceder en Brasil. Se ve que no aprendemos nuestras lecciones. La estupidez del ser humano no tiene fin. Ni su crueldad. Terrorífico lo que apenas nos atrevemos a imaginar sobre la muerte del saudí Khashoogi. Un periodista troceado en un consulado para callarle la boca. Espeluznante. La avaricia y el ansia de poder son abominables. Y sin duda, quieren tenernos, a ser posible, muertos de miedo y con la banderita en la mano. La banderita, del color que sea, es un trapo muy conveniente a los intereses de alguien. Alguien que, desde luego, no somos nosotros.
Yo, que soy muy fan de Cuarto Milenio, tengo que decir que me gustaba aquella idea de las Noticias de Luz. Debería ser obligatorio. Todo telediario tendría que tener una sección de buenas noticias, una pequeña dosis de esperanza. Falta nos hacen. Por suerte, yo me ilusiono sola, y como me gustan tanto los juegos, he entrado en una nueva aventura teatral. Ya os iré contando. Por cierto, no os perdáis Solitudes, si tenéis ocasión, es una obra sencillamente extraordinaria.
Os deseo un feliz Día de Todos los Santos a los más castizos. Feliz Halloween, a los que se han dejado colonizar. Y Feliz Día de los Muertos el próximo viernes a nuestros hermanos mexicanos. Rendirle tributo a la muerte y sus misterios es mirarle a la cara a la realidad. Todos nos iremos algún día. Y no sé vosotros, pero yo sigo oyendo las voces de mis muertos. La de mi hermana a veces me habla al oído: vive, dice, el tiempo vuela.
Para vivir con intensidad, no hay nada como tener la muerte muy presente.
Feliz puente.